¿Lo recuerdas? Tiburón Ataca

Tiburón Ataca

En la década de los ochenta, el miedo hacia los tiburones ya era una realidad. La película Tiburón, estrenada en 1975, cambiaría nuestros baños en el mar para siempre. Su influencia llegó hasta los mimos juegos de mesa.

En 1988, MB lanzaba al mercado Tiburón Ataca (o TiburonAtaca, como se indicaba en su portada). Bajo el lema «el juego motorizado de carreras y persecución», jugaba con el sensacionalismo y con la emoción por ser engullido por el pececillo de moda. Continuamos la sección ¿Lo recuerdas? con esta propuesta como protagonista.

 

EL TIBURÓN, LA ESTRELLA A PILAS

Tiburón Ataca fue un juego de mesa de 2 a 4 jugadores, recomendado a partir de los 5 años. El objetivo se presentaba claro: huir de un tiburón mecánico, que no tendría piedad en zamparse todo lo que estuviera por delante.

Tiburón Ataca

Su acción se desarrollaba en un tablero, en representación de una preciosa isla. Se complementaba con cuatro fichas de peces, en distintos colores, con dos dados y con el magnífico tiburón, guardados en un útil inserto. Su montaje era muy sencillo, enganchándolo al centro del tablero, aunque precisaba de dos pilas para funcionar. Como ya era habitual, la caja no las incluía (no fuese a suponer la ruina para MB).

El escenario no podía ser más sobrecogedor. Alrededor de la isla, el tiburón ya estaba preparado para darse un buen festín. Los peces de colores ocupaban posiciones, dispuestos a escapar de sus dientes. Tras pulsar el botón, no habría ni un segundo que perder.

 

LA RAPIDEZ Y EL AZAR

En la actualidad, muchos juegos de mesa se definen como títulos basados en la rapidez y en la habilidad. Sin lugar a dudas, Tiburón Ataca puede considerarse uno de sus máximos representantes.

Por turnos, cada jugador lanzaría ambos dados para hacer avanzar una casilla a los peces que apareciesen en ellos (rojo, amarillo, azul y verde). Cada uno era propiedad de un jugador, por lo que más nos valía lanzar muy rápido los dados si el nuestro se había quedado atrás.

El tiburón, con una respiración cual Darth Vader, no se detendría en ningún momento y, al alcanzar a un pez, éste quedaría atrapado. Al engullirlo, su vida habría llegado a su fin. Y la tarea de su propietario también. Como curiosidad, no zampaba con sus afilados dientes, sino con la parte oculta de su cuerpo. ¿Decepción?

Esta sencilla mecánica sirvió para divertir a los niños durante horas, sobre todo, a aquéllos que disfrutaban tomando objetos corrientes para probar si el bicho se los tragaba. ¡Pelusas del sofá incluidas!

Puesto que el azar era determinante, poco o nada se podía hacer para lograr la victoria, más allá de lanzar los dados más rápido (si íbamos a perder) o más lento (si nuestro compañero estaba en las últimas). ¿El resultado? Un amasijo de trampas caseras, con parones del tiburón, causantes de varias discusiones.

Esa grieta en las reglas siguió manteniéndose en su nueva versión homónima, de la mano de Hasbro. Poco cambiaba en ella, más allá de algunos retoques en el diseño que convirtieron a su protagonista en un ser poco atractivo. Se ha mantenido la emoción en tiempo real, cual Magic Maze, y la posibilidad de jugar con varios peces por persona.

Ha servido para que los niños de la actual generación (y los nostálgicos cuyos padres tiraban todo a la basura) disfruten de esta competición, aunque no le habría venido mal alguna opción estratégica. ¿Qué tal alguna ficha para utilizarla en un momento clave, como forma de gestionar el riesgo?