Te lo juro. Tienes que creerme. ¿Recuerdas la asignatura de Tecnología en el instituto? ¿Aquellos trabajos en grupo con motorcillos? Pues bien, en la ferretería donde los comprábamos había bollos y golosinas. Por tanto, no te acepto una piruleta en «no se vende en una ferretería».
«Te sientas en él». ¡Lo tengo! En una pelota de playa. ¿Que una vez lo intentaste y se te explotó? No es mi problema. Puedo sentarme en una pelota de playa. «Suele estar en una mesa de trabajo». ¿Muñeca Hawaiana? ¿En serio? Reseñamos Slapzi, novedad de Lúdilo.
LA UNIÓN DE IMÁGENES Y PISTAS
Slapzi es un juego de cartas de 2 a 8 participantes, con competiciones de 10 minutos, recomendado desde los 6 años. Su edición en castellano forma parte del catálogo de Lúdilo.
Se presenta en una caja mediana, bajo una idea sencilla: unir imágenes con pistas. En la práctica, el concepto se complica, puesto que entran en escena los nervios y la presión.
La velocidad es esencial para deshacerse de todas las cartas antes que los demás, en la búsqueda de la victoria. Se completa con diferentes modalidades.
SLAPZI: UNA PARTIDA
Cada jugador recibe cinco cartas de imagen, que colocará en su lado de la mesa. Se crean dos mazos: uno con las cartas de pista y otro con las imágenes sobrantes.
Comienza la partida. Uno de los participantes voltea la primera carta de pista para dejarla a la vista. De forma simultánea, todos intentarán encontrar una imagen, en su zona de juego, que se ajuste con el requisito visible.
Por ejemplo, para «es dulce», jugaríamos unos bombones. Puesto que cada carta tiene dos imágenes, podremos mirar en todo momento ambas caras. El primero en jugar una carta correcta sobre la pista, se deshace de ella.
Si la mayoría de los participantes cree que la asociación es incorrecta, recupera su carta y toma otra de imagen, a modo de penalización. Para las cartas «Slapzi», cualquier imagen es válida. Funcionan a modo de comodín.
Volteamos una nueva carta de pista para establecer otra relación con nuestras imágenes, y así sucesivamente. Gana quien consiga deshacerse de todas sus cartas antes que el resto.
SLAPZI: CONCLUSIONES
«Puede». «Normalmente». «Suele». Deberíamos aprender a diferenciar estos términos del «tiene». Quizás, así, la siguiente partida no se convierta en una pelea de leones. Sí, ya sé que en la ferretería de tu barrio no venden chucherías.
«A veces puede ser muy ruidoso». Tizas. Recuerdo ese fatídico sonido como si fuera ayer. La tiza realizando un movimiento en falso en la pizarra. Todos nos levantábamos de las sillas de un sobresalto. Refunfuñando. Exigiendo una explicación, como muestra de rebeldía al mundo.
Comodín. Me libro de las gafas de natación que tanto me están retrasando. Ni empiezan por la misma letra que mi nombre, ni crecen, ni funcionan con gasolina ni electricidad. He sido rápida.
Estatua de la Libertad y cochecito de bebé. ¿Cómo encajo estas imágenes? No caben en una mochila. Tampoco pueden morderse. No se pueden esconder debajo de un calcetín. «Comienza con vocal». Anillo. El listo de turno se me ha adelantado y, esta vez, no puedo objetar nada. No puedo inventarme excusas. Fin de la partida.
Slapzi es un juego de mesa familiar, con la velocidad como gran protagonista. Al abrir la caja, descubrimos un colorido mundo de animales, objetos, monumentos y alimentos. Una idea se cuela en la cabeza: esto no puede ser tan complicado.
Desde la primera ronda, o quizás en la segunda, comprendemos que nos equivocábamos. No sería difícil descartarse de una carta en una experiencia en solitario, sin presión. Sin embargo, puesto que competimos con otros jugadores, el caos forma parte de la función.
Al comenzar, tenemos cinco cartas de imagen. Son reversibles, por lo que tenemos un total de diez. Primer punto que nos complica la existencia. ¿Qué tenía en el lado oculto de las cartas? ¿El rinoceronte era de esta partida o de la anterior?
Es más que válido (y recomendable) mirar los reversos en cualquier momento, pero a cambio perdemos el arma más valiosa: el tiempo. En un juego donde cada segundo cuenta, perder dos en comprobar qué había debajo puede ser decisivo.
El segundo punto que nos estresará lo encontramos al saber que todos competimos por una misma pista. Las cartas de imagen son visibles para todos y ver como ese lápiz del rival encaja en la descripción actual no ayuda mucho. Será cuestión de tiempo que el oponente encuentre esa asociación. ¿Y qué hago fijándome en sus cartas en lugar de en las mías?
Los nervios serán los responsables de errores que jamás se habrían producido sin una presión tan grande. Tal vez, no hemos leído la pista de forma correcta. O, simplemente, nuestra mente ha sido la única culpable.
La parálisis es una realidad. Ver como el compañero de la derecha no para de jugar cartas puede frustrar bastante. Puede desanimar. Por suerte, uno de los atractivos de Slapzi es que nunca se puede dar nada por perdido.
Quizás, descubrir como a alguien le queda una única carta es el impulso que necesitamos. Ese motor que nos hace encadenar las jugadas de nuestra vida. Por su parte, no olvidemos que todos querremos colocar nuestras cartas, sea como sea. Los errores se penalizarán con una carta de imagen adicional, de tal forma que siempre podremos remontar. O retroceder.
Se crearán interesantes debates en mitad de la competición, con argumentos movidos por la cabezonería. Hay pistas obvias, que no dejan lugar a dudas, pero en otras, reina la subjetividad. Otro gran punto a favor del juego.
Permite que las partidas sean diferentes unas de otras, a la vez que potencia la rejugabilidad. Los distintos puntos de vista no tardarán en apreciarse. ¿La solución para evitar discusiones? Incorporar la figura del Slapzi Master.
Un jugador será el encargado de voltear las pistas, leerlas y ser juez. Será la mejor forma de ponerse de acuerdo, con sus decisiones implacables. Además, evita la clásica trampa que suele estar presente en los juegos de mesa de rapidez.
Consiste en voltear la carta hacia nuestro lado, leyendo el texto antes de que quede visible ante todos. Los nervios pueden hacer que lo hagamos sin querer. Sin ser conscientes de ello. Para que nadie tenga ventaja, el rol de juez es casi esencial.
Puesto que Slapzi funciona muy bien a dos jugadores, podemos optar por pequeños duelos incluso aunque seamos varios participantes. Se crearán campeonatos en sí mismos, donde todos se hayan enfrentado a todos. La propia disposición de las cartas de pista propicia estos enfrentamientos.
Una carta de pista cuenta con un texto doble, idéntico y orientado en dos direcciones. Claramente separado. Es otra forma de evitar desigualdades. De alejarse del «no he podido leerlo desde aquí», tan habitual en el género.
Parece que todo está pensado, pasando por esas cómodas cartas de pista a esas imágenes. No están ahí por casualidad. Casi con total seguridad, ha sido necesario un cuidado desarrollo por parte de Carma Games, responsable de la idea original.
Descubrimos como una misma imagen encaja en diferentes pistas. Nos sorprenderemos en determinadas situaciones, que merece la pena descubrir.
Siguiendo con la rejugabilidad, Slapzi cuenta con numerosas modalidades, más allá de ese Slapzi Master. Se completa con un segundo manual, con siete propuestas distintas. Así, voltearemos dos cartas de pista simultáneamente.
Tal vez, la misión pase por encontrar una imagen que encaje con una pista, pero que se aleje de la otra. O que no se ajuste con ninguna. Resulta curioso como estos pequeños cambios añaden mucha más dificultad a las partidas. El cerebro se verá obligado a trabajar más.
La preparación puede cambiar, repartiendo cinco cartas de pista, en lugar de imagen. Existen varias opciones, con las que se da una vuelta de tuerca a la experiencia. Es recomendable aplicarlas una vez que dominemos las reglas básicas.
Son capaces de cumplir las necesidades de los amantes de la rapidez mental. Tanto las variantes como las reglas originales responden a mecánicas muy sencillas, pero con una exigencia que depende de la forma de jugar de todos los implicados.
No es lo mismo jugarlo con habituales que con principiantes. Sin embargo, un buen entrenamiento permitirá que los novatos aprendan del maestro, y no demasiado tarde. Los turnos simultáneos ayudan a querer jugar una partida tras otra, puesto que las esperas no existen (más allá de en esos intensos debates).
Esta novedad de Lúdilo pone a prueba nuestros sentidos. Es un gran ejercicio para que la mente no se oxide. Para trabajar el cerebro, de muchas maneras. Los adultos lo disfrutarán mucho, al igual que los mayores y los niños.
Practicar las asociaciones entre imágenes, palabras e ideas es más que beneficioso entre la tercera edad y con los pequeños de la casa. Si lo vamos a utilizar en talleres o entre quienes tienen dificultades para leer, ese guía se vuelve imprescindible. Podrá prestar ayuda y observar resultados, para adaptar la experiencia al nivel.
Slapzi incluye varios modos, pero es fácilmente adaptable a todos los que la imaginación nos permita. ¿Queremos partidas más largas? Pues repartimos diez imágenes por persona. ¿Un trabajo mayor de memoria? Nada como impedir consultar el reverso de las cartas de imagen tras un primer vistazo.
Podremos buscar asociaciones entre las propias imágenes o, simplemente, enseñarlas a quienes comienzan a olvidar. O a descubrir. Su carácter educativo es más que evidente.
Un buen plan es entregar imágenes a nuestros mayores, una a una. Dejarles tiempo para pensar y descubrir a qué les recuerdan. Un autobús escolar, una pelota de baloncesto o unas uvas pueden tener maravillosas historias detrás, esperando ser revividas.
Con todo ello, la utilidad es enorme entre personas de cualquier edad. Entre quienes buscan un desafío con el que alejarse del mundo. Un descanso entre juegos más largos. Un ejercicio para niños. Un acercamiento con la tercera edad.
No cuenta con un diseño especialmente llamativo en cuanto a portada se refiere, pero sí con todo un mundo en su interior. Las representaciones llegan mediante fotografías grandes y claras (en su mayoría apetecibles) y unos fondos que evitan cualquier distracción.
Las letras son muy grandes, pensando también en esas personas con problemas de visión. Permiten unas partidas muy dinámicas, sin parones innecesarios de por medio.
COMPONENTES DE SLAPZI
- 120 Cartas de Imagen (doble cara)
- 65 Cartas de Pista
- 2 Cartas Slapzi
- Instrucciones (castellano)
One thought on “Slapzi: la muñeca hawaiana en la mesa de trabajo”
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