¿Hueles eso? Pocas cosas dan más felicidad que el olor a galletas horneándose. Te diríamos que evoca a la infancia, ¿pero realmente tantas personas cocinaron galletitas en su niñez? ¿No es más bien una invención promovida por las películas navideñas y las novelas románticas?
Es igual. El caso es que ese olor es el anticipo a un postre delicioso. A una ocasión especial. A fin de semana. A una noche de mantita y peli con la chimenea de fondo y la nieve cayendo con fuerza en la calle. Mierda, otra vez un invierno romantizado. Olvida esto último. A una noche de mantita y peli con las persianas bajadas. A una tarde de juegos de mesa.
Ya que estás en situación, elige la continuación. Opción uno. Empieza a oler a quemado. Opción dos. Empieza a oler a quemado. ¿Qué esperabas tratándose de un juego con una galleta en llamas en su portada? Has puesto el horno a la temperatura indicada. El tiempo exacto, pero ya ves, ésta sí es la vida real. Reseñamos Burning Galletitas.
UNA NOVEDAD DE BUSCALUME
Burning Galletitas es un juego de cartas de 3 a 6 participantes, de 15 minutos de duración. Indicado a partir de los 8 años, es una novedad de Buscalume. Ya se encuentra disponible en formato de caja pequeña.
Consta de 80 cartas independientes del idioma y de instrucciones en castellano, gallego, catalán y euskera. Lleva la firma de Pablo Jiménez y Helena Lobo. De las ilustraciones se encarga María Eiriz.
A través de unas reglas sencillas, nos convertimos en participantes de un concurso internacional de repostería. Se busca la mejor receta de galletas caseras de todo el mundo. Fácil. La has practicado cientos de veces. Sin embargo, nunca con personas que boicotean los ingredientes secretos o que suben la temperatura del horno en un momento de despiste.
Sólo puede ganar uno y será quien tenga menos galletitas quemadas al terminar la partida. Finaliza cuando alguien acumule un total de ocho galletas quemadas. El trato es que ese jugador invite a los demás a merendar…
BURNING GALLETITAS: UNA PARTIDA
Antes de empezar, barajamos todas las cartas para repartir tres por persona. Las restantes conformarán el mazo de robo. El primer jugador lleva a cabo su turno, y así sucesivamente, siguiendo el sentido horario. En el turno realizamos una acción, a escoger entre cuatro.
1. Jugar una carta bocarriba
Enviamos una carta de la mano al centro de la mesa, bocarriba. A menos que empecemos la ronda, la situaremos a continuación de la última colocada. Para poder jugar carta, es obligatorio que tenga un valor superior a la anterior y que sea de distinto color.
2. Superponer una carta
Esta opción permite colocar una carta de la mano encima de la última de la fila, bocarriba. Eso sí, tiene que coincidir en color. Sólo habrá, como máximo, una carta superpuesta en cada posición.
3. Jugar una carta bocabajo
Consiste en jugar una carta cualquiera, bocabajo, tras la última de la fila. Quedará oculta ante los demás. Únicamente puede hacerse si esa última carta se encuentra bocarriba.
4. Descubrir una carta
Si la última carta de la fila está bocabajo, y creemos que no cumple con las condiciones, podemos descubrirla. Eso sí, con riesgo.
Si esa carta es mayor y de un color distinto a la anterior, perdemos la ronda por no habernos fiado. En caso de que el número fuese menor o el color idéntico, quien pierde la ronda es el participante que la hubiera jugado. Con ello, descubrir una carta desencadena el final de la ronda.
No es obligatorio descubrir la última carta bocabajo. Podemos jugar una bocarriba, siguiendo las normas habituales. Tomaremos como referencia la última visible.
Finalizamos el turno robando una carta del mazo.
Fin de la ronda
Al descubrir carta o al no poder jugar carta en el turno, la ronda termina. Será momento de descubrir las cartas que estuvieran bocabajo. Comprobamos cuántas cartas de la fila coinciden en color con la primera. Se habrán quemado esas galletas, incluyéndose la primera de la fila. Se las queda quien haya perdido la ronda, bocabajo, para recordar que están quemadas.
Descartamos las cartas que queden en la fila. Quien haya perdido la ronda iniciará la nueva.
Cartas especiales de Burning Galletitas
Las cartas de Burning Galletitas son numéricas. Algunas de ellas tienen un símbolo que desencadena un efecto especial, siempre que se jueguen bocarriba.
No podremos superponer carta sobre una con el icono de llama. Regalaremos una o dos galletitas quemadas a los rivales. Obligaremos al siguiente a robar una carta del mazo y a jugarla como prefiera. Pasaremos las galletas quemadas al de al lado. Obtendremos una galleta quemada.
Fin de la partida
Repetiremos la misma mecánica hasta que alguien tenga ocho galletitas quemadas en su zona. Pierde la partida. Gana la persona con menos galletas quemadas en ese momento.
BURNING GALLETITAS: CONCLUSIONES
De las mentes de Pablo Jiménez y Helena Lobo surge una genialidad con sabor a canela. Cocinan una masa consistente, sin fisuras, para adornarla con diez apetecibles pepitas de chocolate: rejugabilidad, emoción, originalidad, venganza, engaño, riesgo, estrategia, sorpresa, sencillez y risas.
Los ingredientes son fáciles de adquirir. ¿Quién no los querría todos en su juego? Introducirlos de manera armónica en esa masa, y que resulten deliciosos, ya no lo es tanto. Hay títulos que se quedan en el camino, con cuatro pepitas amargando a las demás. Burning Galletitas está lejos de quemarse.
El sello de Buscalume ya es sinónimo de cuidado en los detalles. No esperamos complejos eurogames de esta editorial, pero sí fillers divertidos que no caduquen. Vuelve a conseguirlo. En el interior de su pequeña caja hay más de lo que parece. La apuesta por la autoría nacional sigue resultándole un acierto absoluto.
Podría definirse como un filler de estrategia y de engaño. De despiste y de medias verdades. Los habituales a los juegos de mesa empezarán a definir tácticas desde las primeras partidas. No tendrán que practicar demasiado para sorprender a sus compañeros con escenas prodigiosas. Eso sí, como todo puede darse la vuelta en un solo turno, no podrán cantar victoria antes de tiempo.
La temática es atrayente. Galletitas. Deliciosas galletitas. Quemadas, sí, pero no todas. Dejándola a un lado, observamos un esqueleto en el que crear una línea temporal de forma conjunta. La siguiente carta debe ser más alta y de otro color que la anterior, y así hasta que ya no haya valores más altos.
¿No tenemos carta correcta para jugar? Pues toca superponer, siempre que las reglas lo permitan, engañar o descubrir una mentira. Ésta es la parte más divertida. Ver la cara del siguiente al descubrir algo que no debía es oro puro. Por ello, recomendamos mentir y decir la verdad a partes iguales.
Resulta bastante fácil cazar una mentira cuando la fila avanza. ¿Qué probabilidades hay de que tengas una carta alta para jugarla? Si existe la posibilidad, colemos una verdad en ese momento. Al igual que una mentira al inicio de la fila. Juguemos con el despiste. Con las caras y con las sonrisas. La clave reside en no ser demasiado predecible. ¿O precisamente es todo lo contrario?
Encontramos en Burning Galletitas alguna que otra semejanza con el clásico Mentiroso, jugado con las barajas tradicionales. Eso sí, soluciona sus carencias. No podemos mentir ni despistar una y otra vez. Al menos, si el anterior lo ha hecho. Nada de colocar dos cartas bocabajo seguidas. Sus creadores introducen la superposición de cartas para que no haya tirones.
Por supuesto, las cartas especiales desempeñan una labor esencial. Que si ya no puedes superponer aquí. Que si te llueve un regalo. O dos. Para evitar frustraciones, y pérdidas de partida por causas ajenas a nuestra forma de jugar, nunca nos llevaremos galleta quemada si ya tenemos seis. ¡Bien pensado! Por suerte o por desgracia, lo que sí que puede girar es la zona de galletas quemadas. Pasaremos de una zona limpia a una en serios apuros.
Si tanto factor sorpresa no es lo nuestro, existe una variante sin azúcar. Con ella, serán las cartas de la mano las que se pasen al de al lado, en lugar de las galletas quemadas. Está todo pensado.
Hemos visto que la jugabilidad funciona. Es un reto dinámico, sin esperas entre turnos. Al igual que tendremos en mente nuestra posible futura jugada, no quitaremos ojo a la primera carta. Su color será el que marque el número de cartas quemadas para quien pierda la ronda. Conviene no confiarse. La ronda podría durar turnos y turnos o, simplemente, un par. Y que sea más larga no significa que nos llevemos más galletitas quemadas.
Como a los expertos no suele explotarles la cabeza, jugarán en base al color. Disfrazarán mentiras y esconderán el color clave. O lo pondrán a la vista. Si están muy seguros de tener una mano perfecta, intentarán quemar la mayor cantidad. En definitiva, aprovecharán el original fin de ronda a su favor.
El azar está en el robo de cartas de la mano como forma de garantizar la rejugabilidad. Puesto que las frustraciones no aparecen, las venganzas ganan protagonismo. No olvido que me regalaste dos galletas quemadas cuando pudiste repartirlas con él. Sí, ya sé que han pasado unas cuantas partidas, pero te haré un regalo en el momento exacto…
La receta está deliciosa, pero también tiene un aspecto brutal. ¿No dicen que todo entra por los ojos? Burning Galletitas se recubre de la estética más encantadora posible, como es habitual en el catálogo de Buscalume. María Eiriz dibuja unas galletas asustadas y unos símbolos no menos encantadores. Cruasán de gimnasio incluido.
Esos símbolos son lo suficientemente intuitivos como para dejar a un lado el manual tras dos o tres partidas. Llama. Regalo. Regalo doble. Cruasán. Batidora. Galleta quemada. Parece que todo encaja.
Para aprovechar las propias cartas, son los reversos los que sirven para contar el número de galletitas quemadas. Una forma de optimizar para evitar componentes innecesarios. Las cartas pueden enfundarse y guardarse en la caja sin problemas.
La mesa se llena de color y de ternura, a partes iguales. La estructura de la carta es simple, pero efectiva. Un color de fondo y un número grandote en el centro, además de en las esquinas. Fácil de reconocer de un simple vistazo para que todo fluya. Las personas daltónicas aprovecharán la simbología asociada a cada color para estar en igualdad de condiciones. Otro acierto.
Y hablando de aciertos. Buscalume incluye instrucciones en castellano, gallego, catalán y euskera en sus juegos, algo que no debería perder nunca. Nada mejor que la cultura de los juegos de mesa para promover los idiomas. Para despertar la curiosidad por aprenderlos. Para cuidarlos como merecen.
Las fotografías que acompañan a esta reseña han sido tomadas a partir de su prototipo, por lo que no reflejan el diseño final del juego.