Análisis: Ale Abbey

Ale Abbey

Un nuevo monasterio abre sus puertas. Mi padre me ha contado que tanto yo como mi hermana debemos irnos del castillo a servir allí. Las deudas nos llegan al cuello y no podemos sostener lo que hasta ahora teníamos. Comodidades por doquier. En el camino hacia el nuevo destino, habrá que pasar por pequeñas y grandes ciudades, así como aldeas y pueblos. Aprovecho la ocasión para contemplarlos bien, ya que seguramente ni mi hermana ni yo podremos verlos nunca más.

Acabamos de llegar al monasterio. No sé qué ocurrirá en otros, pero aquí nos han recibido con alegría y con una idea clara: la de no parar de trabajar. Nos tiramos todo el día estudiando o elaborando recetas de cerveza y llevándolas a cabo en un barril de fermentación. De dudosa higiene, por cierto. No tenemos donde dormir y no hemos probado bocado.

Con el tiempo, mi hermana se ha convertido en toda una maestra en el arte de la cerveza. Yo me dedico a investigar nuevas cosas. Me dicen que soy creativo. Bueno, realmente, me decían. Después de un tiempo sin comodidades, cuando llegaron las acogí con demasiadas ganas. A los dos días llegaron las raciones de comida. A la semana, dejamos de dormir en el suelo para contar con una cama propia. Eso sí, en dormitorios compartidos y mixtos.

Pocos días pasaron antes de que el maestro cervecero se cansase de elaborar una buena cerveza y escogieran, en un momento de urgencia, a mi hermana, Sol. El resto es historia. Ahora, es una de las personas más valiosas y queridas de todo el monasterio.

Aquí funcionamos como una empresa más que como un monasterio, o no sé si es lo mismo. Ya sabes: en La Cerveza confiamos. El caso es que comerciamos con otros pueblos, aldeas y ciudades con nuestra cerveza y creamos nuevas recetas. Intentamos hacer una mejor cerveza que reporte más beneficios, y vuelta a empezar.

La cosa empeoró para todos, pero en concreto para mí. Se torció cuando empezamos a quejarnos por no tener cerveza para acompañar las comidas y de lo feo que era el monasterio. La primera de las demandas fue enseguida concedida. Se decidió que un barril del almacén fuera a parar al propio consumo de los habitantes de este lugar. Lo que a priori parecía bueno, acabó pudriéndose.

Empezamos a estar más tiempo borrachos que sobrios y el caos se desató. Vinieron nuevos compañeros para suplir a los que no nos teníamos en pie con la intención de que todo funcionara como debía. Con el tiempo, éstos cayeron también y necesitábamos más y más cerveza almacenada.

Todo cambió un día en el que consiguieron crear una nueva receta con un sabor mejor de lo que habíamos bebido hasta ahora y con una graduación de alcohol tan mínima que ahora te hinchas antes de emborracharte. El monasterio despegó. Estamos los segundos en el ranking de mejor cerveza de todos los monasterios que se presentan. Todo gracias a la abadesa que nos controla, pero también nos hace la vida mucho más fácil. Está decorándolo todo. Si hubiese un concurso, ganaríamos el premio al sitio más bonito. Esto es Ale Abbey.

 

ALE ABBEY: ALCOHOL Y PRODUCCIÓN

Ale Abbey no se anda con tonterías. Nada más empezar nos muestra lo que vamos a encontrar a lo largo del juego. El humor y la gestión se unen para darle forma desde el inicio.

Estaremos a cargo de un monasterio. Para sobrevivir, tendremos que destilar cerveza y, así, disponer de dinero para ir creciendo, para pagar los gastos de un lugar tan grande y para comprar todo tipo de ingredientes con los que elaborar el líquido dorado. Las horas pasarán volando.

Con Hammer & Ravens como desarrolladores y con Shiro Unlimited, como editores, ya está disponible en PC. Podemos conseguirlo en Steam, por 14,99 euros. Está en castellano. Hace unas semanas, salía del acceso anticipado en el que se encontraba.

 

UNA APUESTA GRANDE COMO UN BARRIL

Como simulador de gestión, necesitamos poner mucha atención a todo lo que rodea nuestra pantalla. Y como no, al dinero. ¡Maldito dinero! Al igual que ocurre en la vida real, éste rige, por desgracia, nuestras vidas. No podremos descuidarnos a la hora de elaborar cerveza y venderla. Algunos de los tratos y pedidos que nos ofrecen podrán ayudarnos también económicamente. Pero ojo con no poder producir todo lo que nos piden a tiempo. Habrá penalización.

Siempre hay que empezar desde abajo y en Ale Abbey primero creamos recetas muy sencillas. Tan solo hay acceso a un pueblo pequeño para enviar nuestro líquido dorado. Además, sólo podremos hacer uso de unos pocos edificios como dormitorios, lugares para estudiar o la zona en la que se produce la cerveza.

Con estas limitaciones propias de todo inicio, iremos creciendo, siempre y cuando partamos de una cuidada gestión. Aumentará el prestigio, haciéndose una bola al crecer en fama, dinero, pedidos, habitantes y majestuosidad del templo.

Respecto a los gráficos, estamos ante una apuesta firme por el arte pixelado con una buena definición. La música de fondo se sincroniza a la perfección para ofrecer una inmersión más completa. Queda claro desde un principio que la influencia medieval está ahí. Todos los lugares, e incluso la abadía, lo dejan claro con sus ventanas, pinturas y objetos variados de decoración. Resulta esencial para el bienestar de los monjes y monjas.

 

LAS CLAVES DE SU JUGABILIDAD

En Ale Abbey no existe sólo una clave para remarcar. Contaremos con una curva de aprendizaje normal. Las cosas se pondrán feas cuanto más avancemos. Bucearemos en el árbol de investigación del juego, el cual presenta varias pestañas donde encontraremos las mejoras. Algo que no es tan intuitivo como podría serlo.

Una vez que desbloqueemos con los puntos que nos dan nuestros monjes a cargo de la investigación, podremos construir lo que hemos liberado. Eso sí, canjeando todo por puntos de investigación. Esto precisa, en la fase media del juego, de unos cuantos investigando sin parar.

Además de la investigación, prima la gestión de todo lo relacionado con la creación de cervezas. Es de vital importancia el cómo y el dónde construyes cada espacio dentro del templo. Y es que no es lo mismo que todo esté bien distribuido a que no hayamos construido siguiendo un plan. ¿El resultado? Una locura completa.

Por eso, aunque se pueden recolocar los habitáculos a nuestro gusto en cualquier momento, este proceso requiere de una pequeña obra que nos penaliza durante un corto período de tiempo. Puede resultar determinante para llegar a un pedido con el que nos hayamos comprometido o que, incluso, sea la principal razón por la que los habitantes del recinto no estén felices.

No faltan los campeonatos que incentivan al jugador a elaborar la mejor cerveza posible. Habrá que probar con los diferentes tipos, como la cerveza ligera en un inicio, la rubia o la negra, además de crear recetas con diferentes matices. Por descontado, es algo que acarreará tiempo y dinero con el fin de presentarnos al torneo de las abadías. Constituye el premio a la mejor cerveza que exista hasta ese momento.

 

ALE ABBEY: CONCLUSIONES

Ale Abbey es una opción divertida, lo que queda más que claro a los pocos minutos de empezarla. Resulta un poco simple en el inicio para pasar un tiempo creando un imperio cervecero. La entrada al juego es fácil, y eso es importante para evitar frustraciones innecesarias. Sin embargo, a la larga puede resultar repetitivo, ya que no existen una enorme variedad de eventos y personal.

Algo que es malo, para los más experimentados, y bueno, para los que no lo sean tanto, es el tema de equivocarse. No hay penalización económica fuerte como para pensárnoslo mejor a la hora de crear una nueva receta de cerveza. Resulte mala o buena, se puede vender igual. Por menos dinero, eso sí, pero se vende.

Los aspectos buenos son superiores a los malos. La gestión de los monjes, la elaboración personalizada de la cerveza, la construcción modular de la abadía, el sistema de fama, los eventos y decisiones y el control de las negociaciones son algunos de los puntos destacados.

Como curiosidad, el sistema de negociación a un servidor le recuerda a un juego de Nintendo DS llamado Theme Park. En éste, estirabas la mano y la ibas recogiendo para que el contrincante aceptara tus peticiones, haciéndole parecer que ibas a ser muy flexible, para acabar con un acuerdo beneficioso para uno mismo. Aquí ocurre lo mismo: negociamos con los que quieren hacernos un pedido y puede salirnos bien la jugada o quedarnos sin nada. La investigación y la gestión de la economía resultan inmejorables.

 

Ale Abbey