El Cluedo, el juego de deducción más popular de todos los tiempos, tuvo una enorme influencia en títulos posteriores. El exitoso Incómodos Invitados es sólo uno de ellos, tomando como referencia la esencia y revolucionando las mecánicas.
Si retrocedemos unos cuantos años más, encontramos Misterio como digno sucesor. En la década de los ochenta, Cefa publicó un juego de tablero basado en la investigación y en el descarte de opciones como forma de hallar la solución. Recordamos este clásico, creado por Pepe Pineda e ilustrado por Isidre Monés.
EN EL TERRORÍFICO CASTILLO DE TRANSILVANIA
La vida transcurría tranquila, sin demasiadas preocupaciones, para el aristócrata (así cualquiera, dada su posición social). Pero las cosas cambian de la noche a la mañana, sin importar el dinero que se tenga en el bolsillo.
Un día, el conde y sus sirvientes desaparecieron sin dejar rastro. Hay quien dice que un terrorífico monstruo acabó con su vida. ¿Realmente una momia acabaría con el mayordomo? ¿El hombre lobo tendría motivos para matar al jardinero? Al fin y al cabo, podrían ser sólo leyendas…
Ante esta situación, de 2 a 6 jugadores, preferiblemente entre los 9 y los 99 años, se adentrarían en el Castillo de Transilvania. Con el fin de acabar con todo tipo de rumores y encontrar la verdad, estaban dispuestos a descubrir quién fue la víctima, su asesino y en qué sala se produjo el crimen.
No contentos con poner algo de luz a la situación, tratarían de resolver el misterio antes que sus rivales. Sólo uno se haría con la gloria y sería aquél que encontrase las respuestas correctas antes que los demás. Por muy terroríficos que pareciesen los pasillos de aquella mansión.
MIS-TE-RIO, LAS TRES SÍLABAS CLAVE EN EL JUEGO
Tras preparar el tablero, con los peones en la casilla de inicio y los implicados alrededor, se barajaban los tres tipos de cartas (por separado). Las seis de MIS hacían alusión a los «asesinos» Dr. Jekyll y Mr. Hyde, el Hombre Lobo, el Conde Drácula, el Fantasma, Frankenstein y la Momia.
Por su parte, las seis cartas de TE representaban a las víctimas: el conde, la condesa, el mayordomo, el ama de llaves, el jardinero y la doncella. Las ocho de RIO se correspondían con el vestíbulo, el laboratorio, el panteón, las cocheras, la bodega, la biblioteca, el salón y la alcoba.
De forma secreta, se seleccionaba una de cada tipo para introducirse en el sobre. Ahí estaría la solución. Las demás se repartirían entre todos los jugadores, de forma más o menos equitativa (con ventajas de unos sobre otros). Tener una carta implicaba que no estaba dentro del sobre, por lo que podíamos tachar bien tranquilos el nombre en la hoja de investigación.
Una vez realizadas las primeras anotaciones, comenzaba la acción. Para «solucionar» la falta de equilibrio inicial, podía comenzar el participante con menos cartas. Durante su turno, cada uno lanzaría el dado para avanzar tantas casillas como se indicasen.
Al entrar a la estancia, trasladaría allí al presunto asesino y a la posible víctima, para realizar una acusación: X ha matado a X en el lugar X. El jugador de su derecha le mostraría una de las cartas de una de esas categorías para que éste la tachase. En caso de no tener, sería el siguiente quien tendría que enseñarle una carta, y así sucesivamente.
Haciendo uso de la deducción y con el descarte de opciones como principal arma, se irían sacando conclusiones. En el momento en que un jugador creyese tener la solución, podría escribir el nombre del MIS-TE-RIO y mirar el sobre. Si la solución era correcta, habría ganado la partida.
En caso contrario, la competición continuaría (éste ya no podría participar, pero sí que tendría que seguir mostrando sus cartas). Aunque la mecánica de juego era prácticamente idéntica a la del Cluedo, existieron varias diferencias clave.
Además del diseño diferente del tablero, aparecieron las trampas y la misma Bruja de Salem. Las primeras obligaban a perder turnos, mientras que la poderosa bruja dejaba mirar una de las cartas del sobre (una oportunidad más que aprovechada por muchos tramposos para mirar las demás). Como elemento poco revolucionario, contaba con las casillas de teletransporte.
Con todo ello, comprobamos como Misterio no fue un juego especialmente original. Sin embargo, sería al Cluedo lo que El Palé fue al Monopoly. Llenó de emoción las tardes de muchas infancias y, con una reciente reedición, Cefa intenta hacer lo propio con los niños (y no tan niños) del siglo XXI. ¿Le ha servido volver a repetir fórmula o ya es demasiado tarde?