Una carrera entre caracoles carecería de diversión si no se aplicasen reglas especiales. Los jueces han optado por premiar a los que ocupen las últimas posiciones cuando alguno llegue a la meta. Así, la velocidad es sustituida por la deducción, el despiste y la estrategia. Reseñamos Cargolino Valentino, con motivo del estreno de su nueva edición.
UNA EDICIÓN MÁS COMPACTA
Cargolino Valentino es una de las novedades con las que Átomo Games se prepara para dar la bienvenida al verano. Ya se encuentra disponible a un precio de 18,95 euros, en una nueva edición más compacta y económica que la original.
Tras el cierre de Viravi, la editorial se hizo con los juegos de su catálogo. En esta ocasión, estamos ante una competición de 2 a 6 jugadores, de 20 minutos, indicada a partir de los 5 años. La firma Eugeni Castaño, autor que ya cuenta con Ticket To Mars, Hungry Shark y Nubes como juegos publicados y con Gizeh! y Midas en marcha, entre otros.
Chechu Nieto es el responsable de dar forma y color a una intensa carrera, protagonizada por caracoles. En una combinación entre roles ocultos y lanzamiento de dados, la misión es conseguir que nuestros moluscos no crucen la línea de meta.
CARGOLINO VALENTINO: UNA PARTIDA
Antes de empezar, se colocan todas las fichas de caracol en la línea de meta, independientemente del número de jugadores. Éste sí influirá para repartir las tarjetas, que deberán permanecer ocultas ante los demás. En retos a dos y a tres, cada jugador obtiene dos; en partidas de cuatro, cinco y seis, recibe uno.
Tras dejar a un lado las fichas de caparazón y los dados, comienza el juego. El turno de cada participante se iniciará con el lanzamiento de todos los dados. Resolverá los resultados uno a uno en el orden que quiera, pasando los dados al de su izquierda.
Los dados representan los colores de los caracoles y de las casillas del tablero. Cada uno obliga a mover un caracol un espacio hacia delante. La ficha deberá ser del color del dado. Otra opción es mover un espacio un caracol que esté en una casilla del color mostrado.
Así, un resultado verde permite mover el caracol verde un espacio o a cualquiera que esté sobre una casilla verde. Se repite la misma mecánica hasta que un caracol cruce la línea de meta. El jugador completa su turno y se revelan las tarjetas. Todos reciben los puntos equivalentes a la posición que ocupe su caracol o caracoles.
Cuanto más alejado se encuentre de la línea de meta, más puntos se obtendrán. Se inicia una nueva carrera, repartiendo nuevas tarjetas y empezando por el que se haya quedado con los dados. El vencedor será quien haya sumado más puntos en ambas carreras.
CARGOLINO VALENTINO: CONCLUSIONES
Hace ya unos años, Viravi puso los ojos en Cargolino Valentino, una carrera a la inversa. Su cierre no iba a implicar que cayese en el olvido, por lo que Átomo Games decidió añadirlo a su catálogo. Ahora se apuesta por una edición con distinto formato, que respeta el diseño y las reglas del original.
Por suerte, nada ha cambiado. Cuando algo funciona por sí mismo, es importante mantenerse fiel a su esencia. A día de hoy, estamos ante una de las propuestas nacionales más conocidas, que ha servido de entretenimiento a numerosos jugadores de todas las edades. El objetivo de su nueva editorial es conseguir que llegue todavía a más casas.
Cuenta con varios puntos a favor para conseguirlo: su facilidad para salir a mesa, su originalidad en cuanto a reglas y una firma de lujo. Estamos ante un juego familiar de reglas muy sencillas, tanto de explicar como de asimilar. Con ello, puede disfrutarse sin problemas entre niños y adultos.
Sus turnos rápidos no dejan espacio al análisis parálisis. Si bien la velocidad no está premiada como forma de alcanzar la victoria, sí que está presente en sus mecánicas. El turno de un jugador se limita a lanzar los dados y a mover a los caracoles, en base a los resultados. Anunciar qué animal movemos con cada dado es más que recomendable para evitar confusiones.
Se opta por una perfecta combinación entre azar y estrategia. El primero nos lleva a mover en base a unos resultados, limitando opciones. La segunda es el alma del juego. Esas limitaciones son necesarias para garantizar la rejugabilidad, pero por norma general, no nos atan. Sobre todo, si sabemos sacar provecho del orden.
Un resultado nos llevará a mover un caracol de su color o a un caracol que se encuentre en la casilla de ese mismo color. Aunque habrá momentos en los que no podamos hacer demasiado, casi siempre tendremos varias opciones para escoger. ¿Movemos el amarillo una casilla o el morado por estar en una casilla amarilla?
A la hora de decantarnos por una opción o por otra, deberemos hacer uso del despiste y de la deducción. Supongamos que el rojo es nuestro caracol. Si nunca lo movemos, los demás no tardarán en sospechar que es el nuestro. ¿El resultado? Lo moverán hacia delante todo lo que puedan, llegando a la meta en un suspiro.
La clave para la victoria no reside en tener buena suerte con los dados, sino en saber confundir a los rivales. De esta forma, avanzar el nuestro de vez en cuando no es mala opción, aunque duela. Eso sí, conviene no pasarse de la raya…
Al igual que querremos despistar, los demás también lo intentarán. Esto nos obliga a sacar nuestras dotes detectivescas, mediante la observación y la concentración. ¿Por qué el de la izquierda no ha movido el blanco con lo bien que habría venido? ¿No tenía el azul?
El orden en que resolvemos resultados también resulta fundamental, siendo necesarios unos segundos para observar el escenario antes de empezar a mover. Al desplazar un caracol amarillo hasta una casilla azul, quizás se nos abran nuevas posibilidades si tenemos un dado azul con el que no sabíamos muy bien qué hacer.
Será la propia experiencia la que nos vaya abriendo caminos y la que nos indique cómo aprovecharlos sin desvelar nuestras intenciones. Así, nos daremos cuenta de que realmente está en nuestra mano controlar el avance, más allá de en los resultados.
Esa combinación entre «ataque y defensa» resume la esencia de Cargolino Valentino, creándose una carrera alejada de lo tradicional. Esta originalidad es sinónimo de diversión, tensión y nervios. Las buenas sensaciones continúan tras llegar a la meta, momento en que se desvelan los roles ocultos.
«¡Sabía que tenías al verde!». «¿De verdad tenías al rojo?». Las sorpresas serán tan frecuentes como los comentarios, sin desperdicio. Conocer la forma de juego de cada uno será una de las partes más atractivas.
El ganador será quien obtenga más puntos en dos carreras. Sin embargo, dada la adicción creada, son habituales las carreras más largas o incluso los torneos. En función del tiempo del que dispongamos, podemos disputar un par de partidas u organizar un campeonato a lo grande con un jugoso premio. La imaginación es el único límite.
Como ya hemos visto, funciona muy bien entre jugadores de todas las edades. Los más pequeños y los principiantes valorarán la sencillez y la rapidez de reglas. Los habituales a los juegos de mesa podrán utilizarlo como descanso entre juegos más largos o para demostrar su dominio de la estrategia.
Las partidas entre grandes grupos estarán repletas de caos y de locura. Pueden terminar en cualquier momento y, si todos hemos hecho bien nuestro papel, podrán llegar al final sin que sepamos quién es quién. En las competiciones a dos y a tres, cada uno contaremos con dos caracoles.
En los duelos, dos tarjetas se quedarán en la caja, de tal forma que no pertenezcan a nadie. Será preciso seguir jugando con el despiste y con la deducción. Al haber menos personas alrededor de la mesa, resultará más sencillo darse cuenta de los detalles que marcan la diferencia, aunque eso no implica perder emoción.
Eugeni Castaño, uno de los mejores autores del panorama nacional, ha combinado los roles ocultos con las carreras. Lo ha hecho de tal forma que se obtenga una competición intensa de principio a fin, con puntos muy atractivos que lo equilibran todo.
El hecho de jugar con todas las fichas de caracol, y no sólo con las que pertenezcan a los jugadores, es una de las claves para que todo funcione. Hacer avanzar a los animales en base a las casillas en las que se encuentren, también. En definitiva, ha conseguido que la sencillez se bañe de una inmensa originalidad.
Aunque pueden llegar a echarse en falta modalidades adicionales, funciona a la perfección por sí mismo. Una vez dominado, es habitual que en la mente de los jugadores aparezcan reglas caseras. ¿Y si añadimos los retrocesos? ¿Qué tal emplear un color a modo de comodín? Las posibilidades son grandes.
El que con total seguridad acabará convirtiéndose en un clásico, sigue contando con su diseño original. Los componentes son de calidad y sigue apostándose por un escenario llamativo, donde la disposición de los colores es fruto de un exhaustivo trabajo de testeo.
Es preciso tener cuidado al introducir los caracoles en las peanas, para evitar un disgusto. Por su parte, los manazas deben prestar atención al mover las fichas. Es normal que varios caracoles coincidan en un mismo espacio, por lo que si no queremos desmontarlo todo, más nos vale controlar bien los dedos.
Los caracoles continúan teniendo una personalidad propia, a través de sus distintas expresiones. Contribuyen a otorgar una seña de identidad a un juego que siempre ocupará los espacios más accesibles de la estantería. No sólo su autor debe agradecer a Átomo Games esta segunda oportunidad, sino que también los jugadores debemos sentirnos afortunados por ello.
No sólo estamos ante un juego muy exitoso en España, sino también en sus ediciones internacionales. Sin ir más lejos, se ha hecho con el premio de Mejor Juego Infantil de 2019 en Polonia.
COMPONENTES DE JUEGO
- 27 Fichas de Caparazón
- 6 Fichas de Caracol con Peana
- 6 Tarjetas de Caracol
- 4 Dados
- Tablero de Juego
- Instrucciones (castellano, inglés, alemán, francés)
2 thoughts on “Cargolino Valentino, el regreso a las mesas de una carrera a la inversa”
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