Una bomba en Helsinki. Otra en Buenos Aires. ¿Podían haber estado más separadas, ex agente McKallahan? Disponemos de 20 minutos para desactivarlas. De no hacerlo al mismo tiempo, las dos explotarán. Así es Social Book, una nueva experiencia de escape en forma de libro.
¿EN QUÉ CONSISTE ESTA NOVEDAD?
Social Book ya es una realidad. Se trata de una creación de Ivan Tapia, responsable del sello Cocolisto y autor de Escape Room DIY, Vinigma, Beernigma y de la exitosa serie Escape Book.
Forma parte del catálogo de Lunwerg Editores, sello que ya cuenta con numerosos libros basados en la lógica. Disponible a un precio de 14,95 euros, esta novedad se presenta en dos volúmenes, en tapa blanda y con interior a todo color. Ambos se venden de forma conjunta, siendo necesarios los dos para jugar.
El primer paso es dividirnos en dos equipos, de una a tres personas. Por tanto, estamos ante un reto de dos a seis jugadores. Con la cooperación como aliada, tendremos que desactivar 50 bombas, ubicadas en diferentes partes del mundo. El ex agente McKallahan está sembrando el caos, por lo que es tarea de los participantes desactivarlas todas.
Dos libros, papel y lápiz
El primer equipo recibe el Libro A; el segundo, el Libro B. Ambos toman, además, papel y lápiz. Cada volumen sigue la misma estructura. Comienza con una introducción idéntica para, después, pasar a la bomba de prueba y a todas las demás, organizadas en seis niveles (con sus correspondientes colores).
Termina con una bomba extra, marcada por su elevado nivel de dificultad, y con las soluciones para todas las bombas. Como veremos en la de prueba, siempre habrá dos localizaciones unidas por dos bombas. El éxito llegará al desactivar las dos al mismo tiempo.
Cada equipo dispondrá de información que el otro no tendrá en lo que respecta a cada par de bombas. Al trasladarse a puntos muy lejanos en el mapa, resulta evidente como un grupo no podrá ver las páginas del otro. Por tanto, la comunicación será la principal herramienta para encontrar la solución.
La importancia de la comunicación
Tengo un círculo amarillo y un cuadrado verde. ¿Tienes algo parecido? Una vez localizadas cada par de bombas en los dos libros, comienza la cuenta atrás para la misión. Cada equipo tendrá delante dos hojas, simulando una maleta.
Las dos páginas de los libros comparten la información relativa a la localización de las bombas, para asegurarnos de que estamos en las mismas, y un tiempo para resolverlas (opcional). Todo lo demás es distinto. Cada uno dispone de un código de desactivación, compuesto por letras. Al convertirlas en números, habrá encontrado la solución.
Esto sólo es posible uniendo los datos de ambos libros. Así, tendremos que informar al compañero de todo lo que tenemos para unir los puzles que contienen cada bomba. Cada uno de ellos puede tener la solución a una o a más letras.
Siguiendo con la bomba de prueba, informaremos de todo lo que vemos. Así, al avisar al segundo grupo de que tenemos un círculo amarillo y un cuadrado verde, éste sabrá que también cuenta con estas formas en sus páginas, con algo más de información.
Una vez resueltos todos los paneles de las dos bombas, habremos convertido las letras en números. No tardaremos en familiarizarnos con los elementos de las páginas, entre los que aparece el código de comprobación. Se trata del resultado a la suma de todos los números.
Es necesario atender a él para no arruinar la experiencia. Es decir, si sabemos que todos los números suman ’18’, podremos comprobarlo antes de acceder a las soluciones. Tendremos la posibilidad de darle una segunda vuelta a los rompecabezas, en busca del error.
SOCIAL BOOK: CONCLUSIONES
«Un libro para jugar a cuatro manos». Así se define Social Book, novedad que vuelve a combinar el formato libro con la lógica y el ingenio. Se apuesta por la originalidad, al presentarse en dos volúmenes dependientes, y por un carácter práctico. Son dos libros muy cómodos, tanto para su transporte como para su manejo.
A diferencia de otras experiencias, no sólo puede jugarse en casa. Solamente es necesario añadir papel y lápiz, por lo que podremos sacarlo a la calle o llevarlo en los largos viajes en tren. El único requisito es que los jugadores de los dos equipos estén sentados de tal forma que no vean las páginas del otro.
Si nuestra postura nos impide hacer uso del papel, siempre podemos recurrir a las notas del móvil. Al fin y al cabo, muchos de los retos pueden resolverse sin anotar nada. Por tanto, nos servirá para recordar el número que corresponde a cada letra. Conforme se aumente la dificultad, más letras habrá que convertir.
Como gran atractivo, estamos ante un reto que no se rompe, ni se destruye. Ni siquiera es necesario pintarlo. De esta forma, podemos prestarlo a otros grupos e incluso ejercer de anfitriones con ellos. Podremos guiarles por las bombas y prepararles una ambientación a la altura. Resulta muy interesante ver como llegan a determinadas conclusiones.
El hecho de que no sean necesarias las tijeras nos invita a conservarlo. Lo más seguro es que dentro de unos años no recordemos casi ninguna solución, con la opción de resolverlo todo de nuevo. Si bien no es rejugable de forma inmediata dentro de un mismo grupo, sí que podrá utilizarse pasado un tiempo.
La desactivación de bombas cobra sentido mediante la historia del ex agente McKallahan, que ambos equipos descubrirán a medida que avancen. Con ello, es más que recomendable empezar por las bombas del primer nivel, sin olvidarnos de la de prueba. Ésta es esencial para familiarizarse con los conceptos y con el tipo de información que podemos compartir.
Cada nivel tiene su propio color. Se compone de un número distinto de maletas, también de ese color. Esta división es todo un acierto para comprobar que estamos ante la bomba correcta y de cara a las soluciones, para no leer más de la cuenta.
Es importante que todas las bombas de un nivel se resuelvan en una misma sesión, siguiendo el orden lógico de los libros. Se debe a que las nuevas tendrán elementos en común con las antiguas, obligándonos a retroceder páginas. Si las dejamos para otro día, quizás hayamos olvidado cómo se resuelven algunos paneles, complicando la tarea.
Los primeros resultarán bastante sencillos para los expertos en experiencias de escape. La dificultad irá aumentando de manera progresiva, incluso para los habituales. Cada bomba tendrá dos páginas y unas cuantas letras de desactivación. Serán muchas más conforme avancemos.
Estamos ante un reto de dificultad media, donde la frustración es inexistente. Podemos atascarnos con algún que otro puzle, pero siempre deberemos saber que la lógica será la respuesta a todo.
No dar con la solución correcta no debe ser motivo de desánimo. En ocasiones, comprobaremos que el error se ha debido a un pequeño fallo, promovido por los nervios, por el exceso de confianza o por la falta de atención.
El código de comprobación puede servirnos de ayuda si sólo nos queda una letra. Sabremos cuánto suman todas, por lo que haciendo cuentas tendremos la solución de la que falta. Sin embargo, si hemos fallado en alguna, este truco quedará inservible.
Social Book no da un razonamiento a cada solución. A cambio, conocer el número nos servirá para volver a la bomba y encontrar el camino que se ha tomado para llegar hasta él. Comprobaremos como no era tan complicado darse cuenta. No será un fracaso, sino un aprendizaje de cara a las siguientes bombas.
Si dispusiésemos de toda la información de cada par de bombas, los retos restarían dificultad. Por suerte o por desgracia, sólo tenemos una parte. Ésta es la esencia del juego y el motivo por el que los reproches pueden aparecer.
Tal vez, no estemos describiendo algo con total exactitud. Quizás, lo estemos explicando mal. El principal problema que encuentran los grupos es dar todo por sentado. Jamás debemos olvidarnos que el otro no está viendo lo mismo y que nuestras explicaciones, perfectas para uno mismo, llegan a ser abstractas para el otro.
Realizar preguntas, dibujar lo que se nos está contando y establecer relaciones son algunas de las claves del éxito en Social Book. Cada pequeño detalle en una pieza, por insignificante o absurdo que parezca, puede ser importante.
No olvidemos que cada puzle de una misma maleta funciona a modo de secuencia, conectándose con otro del libro contrario (de esa misma bomba o de una anterior del mismo nivel). La comunicación no es sencilla, pero la necesitamos para resolver rompecabezas. Ninguno de ellos podrá solucionarse sin la información del otro volumen.
La cooperación es básica. No existen desafíos individuales. Lo ideal es que cada equipo disponga el libro en el centro, de tal forma que todos puedan aportar algo sin que los demás vean nada. Y sin la tentación de echar un ojo al contrario. Puede disfrutarse entre hasta seis jugadores (tres por equipo), siempre que todos estén cómodos y accedan a toda la información.
Funciona mejor conforme se reduce el número de participantes, hasta el punto de que el número óptimo de jugadores sea dos. Uno por equipo. Habrá que manipular el libro, retrocediendo en sus páginas. Esto nos lleva a molestar a nuestros compañeros, centrados en otro de los puzles.
Doce ojos ven más que ocho, por lo que la experiencia se agiliza. Sin embargo, cuatro llegan a ser suficientes para resolverlo todo. Quizás necesitemos más tiempo para darnos cuenta de los detalles, pero merecerá la pena este «sacrificio» con tal de contar con la comodidad de tener el libro en las manos.
Las 50 bombas (25 en cada equipo sin contar la de prueba) nos darán entretenimiento para un par de días. Aunque Social Book engancha, siendo habitual resolver la mitad del libro en una tarde, necesitaremos unas cuantas más. Las primeras bombas podrán resolverse en 10 minutos, frente a los 40 de las últimas. Todo se habrá vuelto más complicado, lo que nos lleva a sacar un mayor partido al libro.
Aunque queramos continuar, y no podamos pensar en nada más que en las dichosas bombas, es recomendable optar por los descansos. No sólo estaremos saboreando más el reto, sino que estaremos ayudando a que nuestra mente se relaje después de tanto esfuerzo. Los fallos tontos o no ver algo obvio se eliminan al iniciar una nueva jornada.
Con todo ello, Social Book cumple a la perfección con la relación calidad-precio-duración. Sus 14,95 euros se traducirán en varias tardes de diversión, en compañía de amigos o de familiares.
Son libros fáciles de manipular, donde el colorido está muy presente. Todos los puzles encajan a la perfección entre ellos y se presentan de una forma clara y sencilla. Resultan muy visuales, de tal forma que queramos resolver uno tras otro. Son el resultado a la enorme experiencia de Ivan Tapia, su autor, en los retos de escape.
El precio podemos relacionarlo con las sesiones y con los jugadores que lo disfrutemos. Puesto que no estamos ante un reto rejugable a corto plazo, tendremos que verlo como una experiencia de ocio, similar a ir al cine, al teatro o a un concierto. Si lo dividimos entre los participantes y en los días que nos ocupará, no nos dolerá pagar por él.
El que es uno de los mejores libros de esta temática pone a prueba nuestra capacidad para observar y para razonar en equipo. Nuestros ojos tendrán que convertirse en los del compañero, y a la inversa.
Se vuelve a imitar la esencia de un juego de mesa, sustituyendo el tablero, las cartas y los dados por las páginas. Respecto a los propios rompecabezas, y sin desvelar nada, podemos afirmar que sorprenden página a página. Aparecen laberintos, teclados, relojes, baterías y llaves, entre otros elementos.
Tenemos dos formas de disfrutarlo: con o sin tiempo. En cada par de bombas aparecen unos minutos, equivalentes al tiempo que deberíamos tardar en desactivarlas. Activamos la cuenta atrás del móvil y empezamos a pensar.
Comprobaremos como la presión propia de una carrera a contrarreloj se traduce en emoción y en prisas. Por supuesto, también en risas, propias de los nervios. En caso de querer aún más dificultad, es posible prohibir la mímica. La echaremos de menos más de lo que imaginamos.
Si la presión no es lo nuestro, podremos ignorar este dato por completo y resolverlo sin mirar el reloj. Es cierto que pierde parte de la gracia, pero puede ser la forma ideal para aquéllos que no pueden controlar los nervios.
Un punto intermedio consiste en iniciar el cronómetro para saber cuánto tiempo hemos necesitado para desactivar las bombas. Así, nos haremos una idea de nuestro progreso, sin dejar de resolver los puzles si ya hemos sobrepasado los minutos marcados.
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