Si ya es injusto que se te juzgue por los errores del pasado, imagínate que lo hagan por los que cometieron tus antepasados. Que juzguen a mis amigos por los actos de uno de mis familiares. ¿Qué culpa tenemos nosotros de que un lobo feroz destrozase las casas de los cerditos? ¡Ni siquiera habíamos nacido!
Nadie olvidará esos trágicos acontecimientos. No lo pretendemos. Para aprender no viene mal un pasado al que mirar. Ahora bien, ¿nos merecemos esto? Te cuento. Cada año se celebra una competición donde los cerditos construyen casas y nosotros las derrumbamos.
Es sólo un juego. Una divertida carrera que, en teoría, nos permitiría llevarnos el cariño de la aldea. Por ahora, no ha sucedido. Mis compañeros de La Banda del Lobo se dejan la piel. No pierden la sonrisa cuando realizamos un maravilloso tornado. Este año no me veo capaz de acompañarles. Las fuerzas me fallan, entre tanto abucheo. Así es Piggy Forest.
LA COOPERACIÓN EN LA CONSTRUCCIÓN DE CASAS
Piggy Forest ya es una realidad, de la mano de MixinGames. La editorial, que ya cuenta con Catchup & Mousetard: Fast Food Battle! y La Caza de la Calabaza en el mercado, estrena nuevo juego de cartas.
Lo presenta en caja pequeña, con instrucciones en castellano, a un precio de 14,95 euros. Lo firma Manu Sánchez, especializado en el aprendizaje basado en juegos, mientras que las ilustraciones corren a cargo de Sergio Herrera.
Puede disfrutarse entre 1 y 4 jugadores, en partidas de 15 a 25 minutos, indicadas desde los 6 años. Con la cooperación como aliada, construiremos casas de paja, madera y ladrillo, mientras evitamos que los lobos las derrumben. Las hermanas Caperucita y los gnomos no faltan a la cita.
PIGGY FOREST: UNA PARTIDA
Antes de empezar, barajamos todas las cartas. Cada jugador recibe dos, para la mano (no podrán ser lobos ni tornados). Las restantes conformarán el mazo central de robo, conocido como El Bosque. El turno de cada participante consta de tres fases.
1. Fase de robo.
Toma la primera carta de El Bosque. Si se trata de un lobo o de un tornado, se aplica su efecto y se descarta. El turno del jugador termina.
El lobo Ama derriba las casas de paja, por lo que aquéllas que no cuenten con la protección de un cerdito son enviadas a los descartes, aunque estuvieran completas. El lobo Deus hace lo propio con las de madera y Mozart con las de ladrillo.
El tornado obliga a descartar todas las cartas que no estén protegidas, independientemente del material. También, las de Caperucita. El hada gorrina se descarta tras su uso. Concede un deseo a quien la ponga en juego, ya sea para uno mismo o para un compañero.
2. Fase de intercambio.
Puede, si lo desea, intercambiar una carta de su mano con un compañero.
3. Fase de juego.
Baja una carta de la mano a su zona de juego. Si no es posible, tendrá que descartar una carta, ya que al final del turno sólo podrá tener dos.
Las casas, los protectores y los cerditos son las cartas que pueden bajarse. Un jugador no podrá tener dos casas del mismo material, a menos que se trate de una partida en solitario. Las dos cartas de la casa deben encajar.
Cuando una casa esté completa, con sus dos partes, podrá acoger a un cerdito en ella. Estará protegida de cualquier ataque no cuando esté construida, sino cuando tenga un cerdito.
Las hermanas Caperucita protegen la zona de construcción. Se descartan tras un ataque, siempre que se quiera proteger la casa. Los gnomos defienden la zona de un tornado.
Fin de la partida.
Repetimos la misma mecánica hasta cumplir con el objetivo marcado para el número de jugadores: cinco, siete o nueve casas construidas. Los participantes en juego también determinarán las vueltas que podrán darse al mazo: una o dos.
Si se alcanza, todos ganan la partida. Por contra, todos pierden si el mazo se ha agotado (una o dos veces) y no se han construido las casas correspondientes.
PIGGY FOREST: CONCLUSIONES
Que conste que lo hago por ellos. Por esas noches en el escenario del Cub Club, dejándonos llevar por el ritmo del jazz. Por esa vida que hay detrás de la flauta, la batería y el violonchelo, donde los problemas desaparecen. Del viento, de la percusión y de la cuerda.
Llevo tantos años prometiéndome a mí mismo que lo dejaría, que el reflejo en el espejo no se cree mis palabras. Aquí estoy, con mis mejores galas. El chaleco que me regaló Ama, con el que luzco tan buen tipín. El sombrero que me arregló Deus. Resplandeciente, con la clave de Fa.
A escasos minutos para que la competición dé comienzo, la tristeza me invade. ¿Por qué no podemos, simplemente, centrarnos en la música y olvidar todo esto? Los niños piden autógrafos a los cerditos. Les llueven los aplausos en las presentaciones. Los regalos.
Necesito cambiar de actitud y empiezo por mi expresión, que no ha contribuido a crear una buena imagen. No puedo decepcionar a Ama ni a Deus, ejemplo de valentía. De obstinación. Las notas empiezan a sonar en mi cabeza. Sólo yo las oigo. Me impulsan a bailar, derrumbando casas de ladrillo a la velocidad de la luz.
Parece que mis compañeros se animan. Esto no está ensayado, pero nuestros pasos se compenetran a la perfección. ¿Estás viendo qué danza? Esquivo los ataques con el tirachinas de Caperucita Rosa, entre vuelta y vuelta. El tornado se convierte en la jugada maestra de nuestras vidas. Ganamos. Hemos ganado.
No es la primera vez que nos llevamos la victoria, pero sí la única en la que salgo del escenario con una sonrisa. Nos hemos llevado aplausos. Los rostros de asombro se han visto entre el público. Las sonrisas. Un niño se acerca. «Mozart, ¿me firmas un autógrafo?».
Piggy Forest es un juego educativo en todos los aspectos. No podía ser menos, teniendo a Manu Sánchez como autor y a MixinGames como editorial. Contar con uno de sus títulos en un catálogo es un impulso en ventas y visibilidad, pero también crea un mensaje de compromiso y responsabilidad.
La experiencia de su creador con el juego dentro de las aulas es enorme. Sin ir más lejos, costaría hablar de ello sin mencionar su nombre. Durante años, se ha encargado de mostrar los enormes beneficios que tienen los juegos de mesa en los más pequeños, tanto con sus propias propuestas como con otras ya existentes.
MixinGames no se queda atrás. Los juegos de esta joven editorial tienen un carácter familiar e infantil. Las reglas sencillas se acompañan de unas ilustraciones y de unas mecánicas atractivas, capaces de atraer hasta a las mentes más revoltosas. Tienden a completarse con modos adicionales para niños muy pequeños.
Fruto del trabajo conjunto entre ambos nace una novedad completa en todos los sentidos. Divertida, enganchando de principio a fin, con beneficios que aprovecharán los pequeños. Y los no tan pequeños.
Parte de la idea de un cuento clásico para adaptarla a los tiempos actuales. Es un homenaje a Wolfgang Amadeus Mozart, con un original juego de palabras (Wolf Gang significa Banda del Lobo en inglés, mientras que Ama, Deus y Mozart son los nombres de los lobos). Las posturas también están adaptadas a los instrumentos.
Este mar de curiosidades, que también nos lleva a conocer a las hijas de Caperucita, es el velo de un mundo sin violencia. Hay travesuras, pero nadie temerá por su vida. Los lobos no comerán cerditos. Las hermanas Caperucita no tienen armas, sino un tirachinas con bellotas.
Todo gira en torno a una competición anual, que recuerda unos acontecimientos, pero no los copia. Los reinventa para crear una lucha sana entre lobos y cerditos. Observar sus personalidades ya es el primer acercamiento a ese cambio, que evitará preguntas sin respuesta por parte de los niños.
Siguiendo esos valores y la propia lógica, también nos codearemos con unos cerditos distintos entre ellos. Son un mero reflejo de una realidad que no debería tardar demasiado en cumplirse. Donde unos kilos de más no deberían asociarse a una baja autoestima. Donde el miedo, la tristeza y la rabia no tienen que esconderse. Donde hombres y mujeres serían tratados de la misma forma.
Ideas como éstas contribuyen a crear un mundo mejor, ya que educan a las mentes del futuro. La diferencia está ahí, sin necesidad de evitarse. De cambiarse. No tenemos que intentar ser todos iguales, sino enriquecernos de esa diferencia.
Dejando a un lado el trasfondo y a los personajes, encontramos una jugabilidad que se apoya en la cooperación. Los niños y los no tan niños descubrirán como un esfuerzo conjunto se traduce en un éxito. Como pensar en el de al lado es satisfactorio. Los intercambios son un claro ejemplo de ello.
Es habitual que robemos carta y que bajemos una a nuestra zona, desaprovechando esos intercambios de la segunda fase. Son una parte esencial de la partida, promoviendo una comunicación no verbal y una observación del escenario. Una interacción constante entre jugadores.
La concentración nos permitirá saber qué carta puede necesitar nuestro compañero. De nada nos servirá acaparar cerditos y que el otro tenga sus casas desprotegidas. Las apariciones de lobos y tornados son muy habituales, por lo que un simple descuido puede suponer empezar de nuevo con la construcción, no de una casa, sino de todas.
Sin coordinación, será complicado lograr el objetivo. Lo bueno es que las reglas están muy bien estructuradas, con turnos muy rápidos. Desde la primera partida, realizaremos de forma automática la secuencia de robo, intercambio y jugada, para que la mente pueda centrarse en todo lo demás.
Hay gestión y toma de decisiones, entre tanta sorpresa inesperada. El azar está presente, permitiendo que cada partida sea diferente a la anterior, pero la estrategia también. Será la que nos prepare para lo que puede llegar. Aunque sea una época de paz, hay obstáculos por superar.
Los juegos de Manu Sánchez no acostumbran a limitarse a una única forma de juego. Los de MixinGames tampoco. Era de esperar que Piggy Forest fuese un universo enorme, y así ha sido.
Aparecen las cartas especiales (gnomos y hada gorrina), que restan dificultad. También las cartas en blanco, con las que los más imaginativos crearán nuevos efectos. Los cerditos sin rostro sirven para expresar creatividad y sentimientos. Un simple dibujo puede ser suficiente para descubrir cómo se siente el niño.
Pueden utilizarse para pegar sobre ellas las cartas imprimibles que la editorial acostumbra a compartir en sus redes sociales. Además, desde la web oficial pueden comprarse cartas promocionales. Con ambos añadidos, aparecen nuevas reglas, pero también una adaptación de Halloween, del Black Friday o de la Navidad.
La rejugabilidad se potencia con la carta de logros desbloqueables, que tienen su origen en los videojuegos y que cada vez son más frecuentes en los juegos de mesa. Por si no fuese suficiente, encontramos dos variantes para el sistema principal, Supervivencia y Recolección, y diez minijuegos.
En Supervivencia intentaremos salvar a los nueve cerditos, nuevamente con la cooperación como estrella. En Recolección, se añade la competición, con puntos provenientes de flores y setas. Es una forma de poner en práctica la semicooperación y la observación de cada detalle.
Los minijuegos reducen la edad de juego, puesto que algunos pueden disfrutarse desde los 3 años. Invitarán a relacionar formas y colores, a aprender los números, a potenciar la memoria o a desarrollar la inteligencia emocional.
Los niños tendrán que averiguar los sentimientos que muestran los cerditos, volviendo a repetir el ejercicio pasado un tiempo para descubrir si saben diferenciar emociones. Buscarán parejas y jugarán a Piedra, papel o tijera en su versión Ladrillo, Paja o Madera.
Harán avanzar el tornado con ayuda de un dado. Se pondrán en la piel de los lobos, en una experiencia en solitario. El último minijuego llega mediante código para escanear. Podría funcionar como juego en sí mismo, con sus completas y cuidadas reglas que incorporan la mecánica de los roles ocultos, con secuestros incluidos.
Piggy Forest incluye tantas posibilidades que nos harán tener juego para rato. Se adaptan a las edades, a los niveles, a los objetivos que se quieren lograr, y por supuesto, a los gustos. Se ha pensado en todos, desde los amantes de la cooperación hasta de los piques, sin olvidarse de los clásicos.
No es raro que los jugadores acaben creando sus propios cuentos, motivados por este universo repleto de vida. Es fácil introducirse en él, y en los nervios de sus protagonistas. Contribuye saber que estamos ante el juego más bonito de MixinGames.
Sergio Herrera, quien también está a cargo de la editorial, vuelve a realizar un gran trabajo como ilustrador. Sus dibujos, siempre adorables, recurren más que nunca a la ternura. Hay personalidades que se adivinan tras cada trazo y detalles por todas partes para descubrir.
La unión de todos los puntos crea Piggy Forest, un juego de homenajes, valores, emociones y beneficios, muy llamativo tanto por fuera como por dentro. Un cuento que merece la pena contarse. Que merece la pena vivir, a través de sus cartas.
COMPONENTES DE PIGGY FOREST
- 55 Cartas de Juego
- 6 Cartas de Juego Especiales
- Carta de Logros
- Carta de Variantes
- 9 Cartas de Juegos Adicionales
- Instrucciones (castellano)