2001. Hace 20 años, la vida de 16 personas estaba a punto de cambiar, pero no sería la única. Comenzaba un concurso musical, con una fórmula que no tardaría en colarse en la historia de la televisión. ¿Por las afinaciones? Quizás no. No hay más que ver algunas galas para comprobar como hoy en día costaría entender un espacio con tantos alaridos. Y no precisamente por Juan Camus.
¿El vestuario? Parece que tampoco era su fuerte. ¿Qué nos queda? El tremendo éxito recayó en la inocencia. En el nexo entre unos concursantes repletos de ilusión y una audiencia que se identificaba con ellos. Se convertirían en parte de muchas familias, dentro y fuera del concurso. No sólo los discos ocuparían todo, sino el ‘merchandising’, con juego de mesa incluido. Recordamos Operación Triunfo. El juego.
¿QUÉ ENCONTRAMOS EN OPERACIÓN TRIUNFO. EL JUEGO?
Operación Triunfo. El juego se estrenó en 2002, aprovechando el ‘boom’ de los «triunfitos». Se presentó en la caja más habitual de muchas infancias: un armatoste que no encontraba un hueco perfecto en ninguna estantería. Es decir, caja alargada y de grandes dimensiones.
Falomir Juegos fue la encargada de lanzarlo al mercado, con sus partidas de 2 a 4 jugadores, para todas las edades. Al abrir la caja, nos topamos con un tablero, también grande. La fotografía de portada ocuparía todo el centro, rodeada de diferentes casillas. A su alrededor, habría espacio para las cartas, tanto de reto como de concursante.
¿Quiénes fueron los elegidos? Las preguntas que debíamos responder tenían como foco a todos los concursantes, pero no las cartas. Concretamente, encontramos cuatro de Nuria Fergó, Naím Thomas, Manu Tenorio, Rosa López, Verónica Romero, David Bisbal, David Bustamante y Chenoa.
Se siguió el orden de expulsión, aunque sustituyendo a Gisela por Naím. Ya se sabe, para que encaje todo en el modelo chica-chico. De hecho, esta estructura determinaba la estructura del tablero y las propias categorías de preguntas: Chicas, Chicos, Libres y Generales.
Tendríamos 24 tarjetas de cada tipo, con fondo blanco y una iconografía propia del Paint. Nada de fotos ni de dibujos para completar el texto. El más simple de los dados y cuatro peones con los colores básicos completaban la caja, cuyas instrucciones formaban parte del propio inserto. Para leerlas de forma «cómoda» con la caja sobre la cabeza…
Había algo más, anunciado en la propia portada: una cinta VHS con escenas del casting y de las galas (con el himno Mi música es tu voz incluido, faltaría más). El resultado de todo este conjunto era una competición entre fans de OT, puesto que cualquiera que no se hubiese tragado las galas poco o nada tendría que hacer para alcanzar la victoria…
EL FORMATO TRIVIAL
Esta propuesta no necesitó grandes quebraderos de cabeza para la editorial. Lo importante era una portada llamativa (que bien podría haber recurrido a un fotograma más nítido) y ese sello de «Producto Oficial de Operación Triunfo». No habría jugadores que criticasen la falta de una mecánica sólida o una ausente gestión de recursos.
Dicho de otra forma: ¿importaba que fuese revolucionario? En absoluto. ¿Interesaba aportar diversión? Quizás, pero por encima de todo estaba ocupar los mejores huecos de las jugueterías. ¿Para qué arriesgar cuando algo ya funciona por sí mismo?
El resultado fue una conversión del formato Trivial para adaptarlo al universo de OT. Tan utilizado en la época (y en la década anterior), nos situaría en las diferentes casillas de salida. La misión estaba clara: conseguir las cuatro parejas de concursantes y llegar al escenario central. Por si aún no nos habíamos enterado de eso de chicos y chicas.
Tras colocar todo en su lugar, sin complicaciones, empezaba el reto. El jugador inicial sería aquél que se pareciese a alguno de los concursantes o, en su defecto, el que sacase el mayor número con el dado. Ahora bien, ¿parecido en qué? ¿En los ojos de Álex Casademunt o en el amor al ‘rock’, como Alejandro Parreño?
Debates a un lado, tiraríamos el dado en nuestro turno para avanzar el número de casillas indicado. Deberíamos seguir siempre la dirección, por lo que la primera decisión determinaría nuestro futuro. Para que alguien se atreva a decir que Operación Triunfo. El juego no tiene toma de decisiones ni tácticas.
Podíamos avanzar hacia la derecha o hacia la izquierda. «Si decides ir hacia la izquierda, todo el círculo lo recorrerás siempre hacia la izquierda». O, al menos, ésa era la teoría. Con una laguna así, ¿quién se iba a dar cuenta si decido cambiar de dirección llegado el momento? Mi palabra contra la tuya. O incluso contra la mía, con mis mareos. Eso sí, al cambiar de círculo, la dirección podía variar. ¿En qué quedamos?
Al caer en una casilla Chico, el de la derecha nos hace una pregunta de esa pila. Si acertamos, tomamos una fotografía de un chico. Con un fallo, el de la izquierda nos quita a uno de nuestros chicos para devolverlo al mazo. Si no tenemos, simplemente pasamos el turno. El sistema se repite en las casillas Chica.
Las Generales funcionan a modo de comodín, permitiendo quedarnos con cualquier concursante al acertar (con su pérdida aleatoria si no tenemos los conocimientos oportunos). En un espacio Libre ocurre lo mismo, con el añadido de subir de círculo.
No podíamos tener dos fotos iguales, por mucho que amásemos a Busta, por lo que una pregunta correcta de alguien que ya tenemos no tiene beneficio alguno. ¿El resultado? Estancamientos constantes. ¿Algún problema? Más nos valía no tenerlo. Por si las moscas, en las instrucciones se animaba a conservarlas. Recordamos que formaban parte del inserto, por lo que no creemos que muchos quisieran librarse de ellas.
OPERACIÓN TRIUNFO. EL JUEGO: ¿UNA RELIQUIA?
¿A qué edad se mudó Juan con sus padres y sus hermanos a Madrid? ¿Qué malagueña, nacida en Nerja, es sinónimo de elegancia? ¿Qué profesora de la Academia es la pareja profesional de Javier Castillo ‘Poty’? Nombres de los tres chicos finalistas. ¿Qué día decidirá el público quién será el representante de España en Eurovisión 2002?
Las preguntas de Operación Triunfo. El juego tienen un sinfín de matices. Lo más imperdonable, con permiso de las tildes casi inexistentes, es la ausencia de méritos propios de las mujeres. Hay más elementos que hoy en día chirrían, incluso para un juego de preguntas. Son las cuestiones temporales, que caducan por estar planteadas en futuro.
Por sus componentes y jugabilidad, queda más que claro como no estamos ante un juego revolucionario. Tampoco ante uno cuidado, puesto que podría haberse elaborado en una tarde. No aporta rejugabilidad, ya que no son demasiadas las preguntas que incluye.
¿Tenía algo bueno? Siendo optimistas, y con la nostalgia aún en nuestros corazones, las cartas de los concursantes podían servir para decorar nuestra habitación. Para llevarlas en la cartera. Para enmarcarlas. ¿Hemos dicho ya que se convirtieron en parte de muchas familias?
A lo que más uso se le daría sería a la cinta de vídeo. Era la forma más sencilla de ver algunos momentos clave y de repetirlos en bucle hasta el final de los tiempos. Si aún la tenemos, tendremos un tesoro en nuestras manos.
Nos animará a investigar la razón por la que Manu y Chenoa son un claro ejemplo de Benjamin Button. A echar alguna lagrimilla por la ausencia de Álex. A volver a enamorarnos de la inocencia.
Operación Triunfo 1 no es el único concurso que ha contado con su propio juego de mesa. Puesto que ha marcado más que muchos otros, tal vez se mereciese un producto más acertado. Uno que nos permitiese regresar a la infancia y a la adolescencia, como ocurre con otros títulos de esta sección. Lo hace, aunque no por sus tardes de juego, sino meramente por sus fotografías.