¿Lo recuerdas? Fin de Mes

Fin de Mes

Seguridad AntiCaco, Muñecas Peponas, Cosméticos Paco Lorete, Zapatería Tacón Puntua, Joyería El Pedrusco, Club de Chistes El Lepe, Limusinas Josefina, Hipopótamos Gigantes. Fin de Mes no ha pasado a la historia por sus revolucionarias reglas, sino por sus originales negocios.

Recordamos este juego de mesa que sirvió como entretenimiento a los niños y jóvenes durante la década de los noventa. Con grandes semejanzas con Monopoly, consiguió hacerse un hueco en el mercado (y en el recuerdo) a base de humor y situaciones inesperadas.

 

¿UN MES MÁS?

«Si quieres saber en qué te gastas el dinero, ¡éste es tu juego!». Bajo este lema, y con la imagen de una tradicional familia feliz en la contraportada, se daba forma a Fin de Mes, un juego de tablero de 2 a 6 participantes.

La que es la edición en castellano de Pay Day, obra de Paul J. Gruen, llegaba a España a finales de la década de los noventa. Fruto del acuerdo entre MB Juegos y Hasbro International, encontramos una caja de tamaño grande enfada madres, fiel a la moda de la época. En su interior, un práctico inserto separaría los componentes.

Fin de mes MB

El colorido tablero se acompañó de peones de fácil agarre, de hojas de puntuación en cartulina (algo escasas) y de los mazos de cartas de correo y negocio. No faltó un buen fajo de billetes, diferenciados por su color. Los de 100 y 1.000 pesetas, azul y verde, respectivamente, serían los más utilizados. Los de 10.000 nos harían sentir los reyes del mundo.

Al igual que en Monopoly, el primer paso sería repartir el dinero inicial entre los jugadores. En esta ocasión, habría un final claro. ¿O quizás no tanto? El juego se acabaría al finalizar un número de meses acordado previamente y el ganador sería el que tuviera más dinero.

Cada vuelta al tablero era un mes. Pactaríamos jugar tres meses para, cuando estuviese a punto de finalizar, querer uno más. Y quizás otro. Convencer al que iba ganando de alargar la partida, sin que pareciesen trampas, podía llegar a ser la misión más difícil de toda la infancia.

 

¡NEGOCIO! Y ¡BUSCA COMPRADOR!

Sin grandes complicaciones, Fin de Mes recurrió al sistema clásico de avance. En cada turno, lanzábamos el dado para caer en la casilla indicada, y así hasta el final de los días. La diversión llegaba con la diversidad de casillas. Tal vez, no reflejasen la vida real, puesto que estaban llenas de momentos surrealistas.

La emoción era máxima en las casillas de correo, donde levantaríamos una carta de este mazo. Habría pagos a vecinos, obras benéficas y cargos sorpresa (con sus penalizaciones), además de formas de obtener dinero fácil, entre otras opciones. Lo mejor de todas ellas no era la posible recompensa, sino su propio texto.

Ninguna carta estaba de relleno, lo que se agradecía al máximo. Pagaríamos a un vecino por unas cortinas nuevas, recibiríamos facturas por camas de agua o por el alquiler de un disfraz de ganso y cobraríamos por preparar los canapés para la fiesta de un amigo. También, nos uniríamos a la Patrulla de Rescate de Ballenas.

Las casillas de negocio no se quedaban atrás. Las grandes protagonistas de Fin de Mes siguieron recurriendo a estas situaciones disparatadas. Al caer en una casilla de ¡Negocio!, se descubriría una carta para tomar una decisión: comprarla o no comprarla. Gestión del riesgo en estado puro.

Una carta se dividía en dos partes. Se indicaba el precio a pagar por el negocio y el dinero que recibiríamos si lo vendíamos, principalmente al caer en una casilla de ¡Busca comprador! Al finalizar la partida, todo lo que no se hubiese vendido se perdía, sin recuperar la inversión.

juegos de mesa 90

Al comenzar la partida no tendríamos muchas dudas. Nos quedaríamos con el negocio. A medida que se avanzaba por las semanas, ya no estaba tan claro. La competición se empezaba a dividir entre valientes, con sus tropecientos negocios, y prudentes. La suerte y el dinero eran determinantes para formar parte de un club o de otro, como en la vida misma.

No fuimos pocos los que aplicamos una variante casera, con la que todo negocio no vendido a final de mes se perdía. Los nervios estaban a flor de piel, mientras que el riesgo brilló con luz propia. ¿El resultado? Partidas intensas, de insultos hacia el dado, donde todo podía darse la vuelta en cuestión de minutos.

 

EL MARAVILLOSO BOTE Y LOS FATÍDICOS PRÉSTAMOS

El tablero estaba plagado de casillas secundarias, no exentas de emoción. Una de las más recordadas es la de lotería, donde la banca (muy generosa ella), aportaba 1.000 pesetas. Quienes quisiesen participar, harían lo propio con 100. Al obtener el número elegido con el dado, nos llevábamos todo.

El inolvidable concurso radiofónico, los cumpleaños, los paseos benéficos y el desguace, con su original variación sobre la compra de un negocio, completaban el tablero. Muchas de las casillas servirían para engordar el bote, que se llevaría el que sacase un seis. Los momentos de silencio absoluto, al ver como alguien obtenía un seis y se olvidaba de recogerlo, eran una delicia.

Llegar a fin de mes era tan reconfortante como fatídico. Recibiríamos dinero, pero tendríamos que pagar facturas. Es aquí donde los niños aprendíamos el «truco» de los intereses, puesto que también debíamos pagar el 10% de los préstamos concedidos. Aprenderíamos a liquidar partes de los préstamos, mientras continuábamos con la gestión.

Fin de Mes fue una unión entre diversión y aprendizaje. Situaciones disparatadas y dura realidad. Nervios y gestión. Si bien no revolucionó mecánicas, es recordado con un gran cariño por parte de quienes lo disfrutaron en su momento.

Hoy en día, existen infinidad de juegos mejores con los que pasar el rato, pero nos llenará de nostalgia revivir cada situación. Avanzar por sus casillas repletas de sorpresas y posibilidades y experimentar el riesgo en nuestra propia piel será la mejor forma de retroceder en el tiempo.