Gatos. Gatos que disfrutan de una siesta desde la ventana. Gatos que saltan de tejado en tejado, en un viaje hacia ninguna parte. Gatos que se sienten los reyes del mundo, desde lo alto de una chimenea. O, quizás, sólo intentan cazar ratones. Gatos que observan a la multitud, frente a una heladería.
Los grandes protagonistas de Walking in Burano despiertan el interés de los turistas. ¿Será por el contraste de sus colores con los toldos y faroles? ¿O por sus propias travesuras? Reseñamos esta novedad, cuya edición en castellano se prepara para llegar a las tiendas.
LAS CASAS DE COLORES
Walking in Burano es un juego de cartas de 1 a 4 participantes, con retos de 30 minutos, indicados a partir de los 10 años. Lo firma Wei-Min Ling, autor de Shadows in Kyoto, El Enigma de los Templos y El Desafío de los Templos. Sus ilustraciones corren a cargo de Maisherly Chan.
Su edición en castellano llegará a las tiendas a partir del lunes 3 de febrero, de la mano de Tranjis Games, y a un precio que ronda los 20 euros. Es fruto de una colaboración con EmperorS4, su editorial original.
Esta novedad nos traslada a Burano, isla de Venecia conocida por sus originales edificios. El colorido de sus casas y tiendas y los elementos que las acompañan llaman la atención de residentes y turistas. Para impresionarles, y conseguir sus valiosos puntos, los jugadores trabajarán en la restauración y en la decoración.
WALKING IN BURANO: UNA PARTIDA
El primer paso es colocar las cartas de piso en el centro de la mesa, en los mazos de primer, segundo y tercer piso. El número de jugadores determinará la cantidad de cartas que se dejarán boca arriba. También influirá en el número de turistas y de residentes disponibles.
Se crea la reserva de monedas. Cada jugador recibe cuatro, así como sus fichas de infracción y dos cartas de andamio. Las colocará en la parte inferior de su zona, una al lado de la otra. Se entrega el marcador de jugador inicial y comienza la partida.
Un turno
El turno de un participante comienza con la realización de una acción, a escoger entre tres. Podrá adquirir las tres cartas visibles de una columna (una de cada piso), dos de ellas y una moneda o una y dos monedas. Deberán tomarse por orden, de arriba a abajo o viceversa, sin saltarse pisos. Se añaden a la mano.
A continuación, colocará hasta tres cartas de la mano en su zona de juego, respetando las posiciones. Deberán estar adyacentes a otras. Los andamios ayudarán en la colocación, ocupando pisos para servir como apoyo a otros más altos.
Construir una carta en el turno tiene un coste de una moneda. Al construir dos, pagamos tres y con tres, cinco. Nunca podrán tenerse más de cinco casas construidas.
Las cartas que componen una casa deberán ser del mismo color, mientras que no podrá haber dos casas adyacentes del mismo color. Al incumplir una de estas reglas en el turno, el jugador devolverá una ficha de infracción. Si no le quedan, tendrá que respetar las reglas.
Se comprueba si se reciba la visita de algún turista o residente. Esto sólo ocurre cuando se haya completado una casa, con sus tres pisos (los andamios no cuentan). Se toma una carta de personaje para colocarla debajo de la casa. En el caso de los residentes, no podrán tenerse dos iguales.
El turno finaliza descartando cartas de la mano, si se cuenta con más de tres, y monedas, si se tienen más de seis. Se repite la misma mecánica, siguiendo el sentido horario.
Cuando todos hayan jugado su turno, se pasa la ficha de jugador inicial al siguiente y se desplazan las cartas del centro de la mesa hacia la derecha. Se revelan nuevas para completar los espacios dejados.
Fin de la partida
La competición llega a su fin en el momento en que alguien complete su quinta casa. Cuando todos hayan tenido el mismo número de turnos, se procede al recuento de puntos atendiendo a la hoja de puntuación.
Se cuentan los puntos otorgados por los personajes. Algunos recompensarán por la casa en la que se encuentran, mientras que otros por todas las casas. Debe tenerse en cuenta que los turistas añaden dos adicionales. Se suman los otorgados por las tiendas y los de las fichas de infracción conservadas.
Se cuentan las ventanas cerradas. Aquél que tenga más, se resta tantos puntos como equivalgan a ellas. El vencedor será quien tenga la mayor puntuación.
WALKING IN BURANO: CONCLUSIONES
Es la primera vez que visita Burano. Con su cámara en mano, se ha propuesto sacar las mejores fotos. De ésas de las que presumirá al volver a casa. No lo tiene complicado: la belleza inunda las calles.
Ya se ha enamorado de ese contraste entre edificios rosas, naranjas y amarillos. De los tonos pastel. Del olor que llega desde la pizzería, justo al lado de la tienda donde se ha comprado el precioso vestido blanco. No puede apartar la mirada de los gatos, acostumbrados a los paseos de los turistas.
Los toldos y las flores aportan aún más colorido. Los faroles harán su función en unas horas, iluminándolo todo. ¡Está impaciente por redescubrir el lugar de noche! Un momento, ¿ése no es Papá Noel? ¿Desde cuándo vive en un lugar como éste?
Walking in Burano es uno de esos juegos de mesa que merecían edición en castellano. Un título no muy conocido, pero incapaz de borrar de la memoria una vez descubierto. No es para menos, ya que combina belleza, originales componentes y una adictiva jugabilidad.
Los jugadores se transportarán a una impresionante isla, famosa por sus edificios. Basta con un simple vistazo a Google Imágenes para descubrir como Walking in Burano ha captado por completo la esencia. No faltan los toldos ni los faroles.
Sus preciosas ilustraciones permiten viajar sin moverse de la silla. Enamorarse de un lugar, aunque no se haya visitado jamás. El colorido de los edificios se completa con detalles con encanto y con unos personajes con personalidad propia. No es habitual que el mismo Papá Noel esté presente en un juego, sin ser una carta promocional.
Introducirse en sus calles y en sus tiendas resulta muy sencillo. Salir de ellas, no tanto. Seremos una de esas personas que pasean frente a los edificios. Que disfrutan admirando los sabores de los helados, únicamente por sus vivos colores.
Las personas con problemas de daltonismo podrán disfrutar del juego gracias a los símbolos identificativos de cada color. Si bien podrían haber sido algo más grandes, son de agradecer.
Estamos ante un juego temático, que no se entendería sin esa cuidada ambientación. Contribuyen, y mucho, sus componentes. Sus cartas resistentes y manejables nos permitirán crear bonitos escenarios en dos dimensiones siguiendo unos objetivos individuales.
Ser responsables de un paisaje no tiene desperdicio. Nos ayudamos de unas monedas brillantes y de una hoja de puntuación que tampoco prescinde del color. De un marcador de jugador inicial en forma de gato, recordando quienes mandan en Burano. O en la vida.
Un diseño y unos componentes de diez son la clave para que el juego entre en nuestra estantería, pero no para que se queden en la mesa. Necesitan de una jugabilidad igual de atractiva, algo que, por suerte, Walking in Burano tiene.
Con alguna que otra semejanza con Hogar, dulce hogar, daremos vida a un pequeño rincón de Burano, piso a piso. Será nuestro, por lo que nadie más podrá interferir en él. Nuestra responsabilidad, para bien o para mal.
Nos lleva a tomar todo tipo de decisiones, a gestionar y a planificar sobre la marcha. A tratar de alcanzar unos objetivos que nosotros mismos nos imponemos. A quedarnos con lo mejor, mientras se lo arrebatamos al contrario.
Al comienzo del turno, ya nos enfrentamos a un dilema. ¿Nos llevamos tres cartas o apostamos por el equilibrio mediante las monedas? Esas maravillosas cartas podrían volar, pero sin monedas poco o nada podremos hacer. No debemos descuidar el máximo permitido, ya que sería una pena tener que descartarse cartas o incluso monedas.
Walking in Burano no está hecho para acaparadores, ni tampoco para quienes conservan todo hasta el último momento. Ese máximo nos obliga a construir todo lo que podamos por turno. Y he aquí otra toma de decisiones.
Construir una carta por turno tiene un coste de una moneda, precio que asciende si queremos jugar más de una. ¿Merece la pena? El propio ritmo de la partida tendrá la respuesta, pero nunca deberemos perder demasiado tiempo. El reto puede terminar de un momento a otro y no tener casas completas se pagará muy caro.
Completar una casa trae consigo la visita de un personaje. Son la principal fuente de puntos en el recuento, de ahí que alguien que puntúe con cinco tenga muchas más posibilidades de ganar que alguien que sólo tenga tres.
Escoger entre unos y otros será de vital importancia. No hay personajes imprescindibles, ni grandes estrellas. Los más valiosos en unas partidas dejarán de serlo en otras, por lo que es esencial un análisis de la situación. ¿Tenemos muchas plantas? Nada como el turista hombre, la turista mujer, la florista o el jardinero.
¿Tenemos faroles que no están adyacentes? El policía resultará esencial. ¿Muchos peatones? Apostemos por el alcalde. Es tan válido escoger un personaje al construir una casa como construir una casa en base al personaje que queramos tener. Siempre que no nos lo arrebaten, puesto que no abundan…
Otra opción es quedarnos con el último que necesita el rival. Tal vez no nos proporcione excesivos puntos, pero que él no se los lleve ya es un gran logro. Realizar cálculos mentales es necesario para escoger los más convenientes.
Son éstos o el propio final de partida los que nos llevarán a valorar si romper las normas o no. Tener una casa con pisos de distinto color o edificios adyacentes del mismo se penaliza perdiendo fichas de infracción. Cada una que conservemos suma tres puntos, de ahí que no deban gastarse como si nada.
¿Es el último turno y necesitamos completar una casa para puntuar con otro personaje? ¿Buscamos un tercer farol no adyacente? Ambos casos son una buena excusa para romper las reglas. Nuevamente, la valoración no debe faltar.
El recuento de puntos es tan interesante como la propia construcción. No habrá sorpresas inesperadas, pero como puntuamos por tantas cosas, no será hasta que todo esté sumado cuando sepamos, a ciencia cierta, quien es el ganador.
Las hojas de puntuación son explicativas por sí mismas y mantienen el orden, de tal forma que no nos dejemos nada. Es con el recuento de ventanas cerradas como la interacción entre jugadores hace su aparición estelar. Sólo el que más tenga se restará puntos.
¿Y qué más traen consigo? En efecto, más quebraderos de cabeza. Más riesgo por asumir o por evitar, a la hora de llevarnos una carta u otra.
No servirá con seleccionar la que mejor encaje en nuestros planes o en los del oponente, sino que tendremos que atender a esas ventanas cerradas. Sería una pena que un puñado de puntos negativos echasen por tierra todo el trabajo.
Walking in Burano no necesita jugadores expertos. Destaca por sus reglas sencillas de ejecutar, pero que obligan a pensar un poco para sacarles el máximo partido. Podrá disfrutarse con principiantes e incluso servirá como introducción a la estrategia. Los habituales valorarán esas encrucijadas y esos objetivos que se marcarán.
Respecto al número de participantes, el sistema hace que funcione muy bien tanto a dos como a tres y a cuatro. ¿El motivo? Antes de empezar, se retirarán cartas de personaje. Siempre habrá una lucha y una carrera por ellos, sin importar cuantos compitamos.
Las cartas de piso visibles también variarán. Sin ir más lejos, en los duelos devolveremos a la caja las cartas que estén más a la derecha de cada fila al final de la ronda. Estos pequeños puntos permiten que todo se equilibre.
Walking in Burano puede jugarse en solitario, con variaciones mínimas en las reglas. En este caso, compararemos la puntuación final con la tabla, como forma de mejorar partida tras partida. Sabremos qué puntuación máxima ha conseguido el creador, lo que nos enganchará hasta superarle.
El que se está convirtiendo en uno de los autores de moda nos lleva a disfrutar de las construcciones y del aspecto final de cada zona de la mesa, como resultado del esfuerzo. Resulta muy fácil que el universo se amplíe, ya que bastará con añadir nuevos personajes o nuevos detalles en las partes de las casas.
Por el momento, ya existe Walking in Provence, título con el que se crea una serie de juegos con una estética muy cuidada y basada en el recuento de puntos. Paseos por rincones mágicos del mundo. Como curiosidad, no es la primera vez que un juego de mesa nos traslada a Burano.
COMPONENTES DE JUEGO
- 72 Cartas de Piso
- 14 Cartas de Residente
- 12 Cartas de Turista
- 8 Cartas de Andamio
- 18 Monedas
- 16 Fichas de Infracción
- Ficha de Jugador Inicial
- Libreta de Puntuación
- Instrucciones (castellano)
3 thoughts on “Walking in Burano: un paseo por un mágico rincón”
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