Lo aposté todo por el carbón. No salió bien. ¿Quién lo hubiese esperado? Desde luego, mis sueños y mis ilusiones no lo hicieron. Imaginé Astoria como una tierra repleta de nuevas ciudades y ferrocarriles. Rica en industria.
Tal vez no andase desencaminada. Creo que se está convirtiendo en eso. El problema es que apenas he contribuido a ello. ¿He comentado ya que el dichoso carbón ha tenido toda la culpa? Reseñamos Raccoon Tycoon, novedad de Arrakis Games.
UN MERCADO EN CONSTANTE CAMBIO
Raccoon Tycoon es un juego de tablero de 2 a 5 participantes, con competiciones de 60 a 90 minutos, indicado a partir de los 14 años. Tiene a Glenn Drover como autor, mientras que sus ilustraciones corren a cargo de Annie Stegg Gerard.
Publicado por Forbidden Games en su edición original, su versión en castellano forma parte del catálogo de Arrakis Games. Ya está disponible, a un precio de 39,95 euros. Llega acompañada de un pack de componentes de madera que sustituye a las fichas de cartón, por 9,95 euros.
Esta novedad nos traslada a la Época Dorada de Astoria para construir edificios, ferrocarriles y ciudades. Como magnates de los negocios, trataremos de conseguir distintas mercancías e influir en su valor de mercado, amasando grandes fortunas, mientras participamos en intensas subastas.
RACCOON TYCOON: UNA PARTIDA
Colocamos el tablero en el centro, con una ficha de mercancía en el primer espacio de cada columna. Las restantes se dejan a un lado. Sobre él, situamos el mazo de ciudad con las cartas que correspondan a los participantes en juego, ordenado en función de sus puntos de victoria. Las de menor valor ocupan la parte superior. La primera se deja visible.
El número de jugadores determina las cartas de ferrocarril a utilizar. Se crea el mazo y se muestran las dos primeras. En relación a los edificios, se colocan en sus espacios cuatro iniciales por su cara principal. Los avanzados conformarán una pila. El dinero se queda al alcance de todos, junto al mazo de precio y producción.
Cada participante recibe 10 dólares y tres cartas de precio y producción. El inicial obtiene un recurso a su elección, el de su izquierda dos (nunca iguales), y así sucesivamente. Comienza la partida. El turno de un jugador consiste en realizar una acción, a escoger entre cinco.
1. Producción.
Descarta una carta de precio y producción de la mano para llevarse tres de las mercancías que aparezcan en la zona de producción de la carta. No podrán tenerse más de diez mercancías, aunque cada edificio que se posea aumenta la capacidad en uno.
Podrá recurrir al efecto de los edificios para obtener beneficios. Respecto a los edificios con bonificadores y de producción, sólo podrá utilizar uno de cada tipo. A continuación, sube un espacio el valor de mercado de las mercancías que se muestran en la zona de precio de la carta. Repone su mano hasta volver a tener tres cartas.
2. Vender mercancías.
Devuelve a la reserva tantas mercancías como quiera de un solo tipo para recibir el dinero equivalente a su valor de mercado. Es decir, si vende tres hierros y su valor de mercado es de cinco dólares, obtiene 15. Baja el valor tantos espacios como mercancías entregadas. Los edificios también pueden utilizarse como ventaja.
3. Empezar una subasta.
Escoge una de las dos cartas de ferrocarril visibles e inicia una subasta. La puja mínima deberá ser la que se muestre en la carta. Siguiendo el sentido de turno, los demás deben superarla o pasar. Los que pasen ya no participarán.
El que haya pujado más dinero, lo paga y se guarda la carta. Se repone el espacio dejado. Si quien ha iniciado esta acción no se ha llevado la carta, cuenta con otra acción adicional. Todas las cartas, losetas y fichas son públicas durante toda la partida. El dinero permanece en secreto.
4. Comprar un edificio.
Elige una de las losetas de edificio visibles y se la lleva, pagando su coste. Se repone el espacio dejado con una nueva. Esta acción también sirve para mejorar una que ya se tuviera de las que cuenten con doble cara, también pagando el precio.
5. Comprar una ciudad.
Para llevarse la carta de ciudad visible, devuelve a la reserva las mercancías indicadas, ya sea en la parte izquierda o en la derecha. La primera exige un determinado tipo, mientras que la segunda requerirá de un mayor pago, aunque de cualquier tipo. Se repone el espacio.
Fin de la partida.
Se repite la misma mecánica hasta que se subaste la última carta de ferrocarril o se compre la última carta de ciudad. La ronda se completa y se procede al recuento de puntos. Se suman los mostrados en las cartas de ciudad y en las de ferrocarril.
En las segundas, se atiende a su tipo, de tal forma que cuantas más se tengan de uno en concreto, más puntos se obtienen. Cada pareja de ciudad y ferrocarril añade dos puntos. Cada edificio que se tenga, uno. Tras contar los procedentes de los edificios con efectos para el recuento, se comprueba quien tiene la mayor puntuación. Gana la partida.
RACCOON TYCOON: CONCLUSIONES
Mi depósito de carbón no tardó en convertirse en una mina de carbón. Con ella, la producción era perfecta. Tuve que construir almacenes que aumentasen la capacidad, porque hubo un momento en que no daba abasto con tanta mercancía. Por supuesto, no estaba dispuesta a renunciar a ninguna por falta de espacio.
Me permitió construir algunas ciudades, pero la cosa se quedó ahí. Su valor en el mercado no aumentó y ni los comerciantes ni la exportadora me salvaron. Ahora veo el motivo: los otros magnates. Lejos de centrarse en sus cosas, me han hundido todo lo que han podido.
Han evitado que el precio del carbón subiese y, cuando lo ha hecho, han vendido lo que tenían para volver a bajar su valor. Con una competencia así no es extraño que esté sin dinero. Sin opción de participar en subastas. Sin posibilidad de comprar más edificios.
Tras un análisis de la situación, he comprobado como no puedo perder más tiempo. Tengo que sacar provecho a otras mercancías y hacerme con algo de dinero. De lo contrario, mis ciudades no estarán conectadas y los beneficios serán mínimos. Por supuesto, mi cambio de estrategia también implica acabar con los demás.
Raccoon Tycoon fue presentado como un juego familiar, donde introducirse en las mecánicas económicas. Con frecuencia, todo lo que rodea a esta ciencia suele generar cierto miedo. Las explicaciones de sus conceptos no siempre ayudan.
Estamos ante una forma práctica de aplicar definiciones que no siempre entendemos. Nos convierte en los principales agentes que se mueven por ellas, con un control absoluto. Es un juego didáctico, y no sólo para los jugadores más jóvenes. Además, los niños que ya hayan jugado a otros títulos, no tendrán problemas.
Todo sigue una línea, que será asimilada desde los primeros turnos. Necesitaremos mercancías para venderlas cuando su valor sea alto (preferiblemente) o para utilizarlas en la construcción de ciudades. La venta traerá consigo el dinero, necesario para la adquisición de edificios y para los subastas.
Los edificios se traducen en ventajas, que contribuirán, en su mayor parte, a obtener más mercancías, más espacio o más dinero. No se crea un círculo perfecto, pero sí una forma que acaba uniéndose.
El objetivo siempre es el mismo: hacerse con ciudades y ferrocarriles, fuente de los puntos de victoria. Existen muchas formas de llegar hasta ahí, todas perfectamente válidas. La disposición aleatoria de las cartas, con sus combinaciones, nos lleva a adoptar estrategias diferentes en cada encuentro, apostando por unos puntos o por otros.
Es habitual que al principio utilicemos las cartas de precio y producción para obtener las primeras mercancías. Además, cuanto antes compremos edificios, más provecho sacaremos a sus efectos. Conseguir mercancías extra en cada producción es una ventaja que jamás debe desaprovecharse.
En esos primeros momentos, donde los demás se han quedado sin dinero, es posible iniciar subastas. Podremos llevarnos a ese Gato Gordo a un precio muy bajo, ya que a medida que pase el tiempo, su valor irá aumentando. No por las propias cartas, como ocurre con las ciudades, sino por la riqueza de los jugadores.
¡30 dólares por la Mofeta Ágil! ¡45! Lo mejor de las subastas está representado en Raccoon Tycoon. Ese miedo por no llevarse una carta que tanto necesitamos, que nos lleva a gastar más de lo necesario. El pique con el otro, tratando de arrebatarle la carta que busca. El hecho de seguir, sólo por la emoción.
Para sacarle el mayor partido a las subastas, es preciso tirar de atención, de concentración y de memorización. Saber cuanto dinero tienen los demás, de forma aproximada, nos evitará sorpresas desagradables. Lo bueno es que, si iniciar la subasta no ha sido la opción más acertada, siempre podremos realizar otra acción.
La optimización de cada turno también es fundamental. En base a lo que queramos conseguir, debemos tomar decisiones constantes. El final de la partida está en manos de los jugadores, así como el valor de mercado, de ahí que cada ronda cuente.
Con ello, no es recomendable vender un solo carbón por turno, a no ser que estemos muy mal de dinero. Es preferible ahorrar, sin salirse del límite establecido. Las decisiones de los demás nos llevan a cambiar de plan sobre la marcha, con frecuencia por la satisfacción de fastidiar al prójimo.
¿El de la izquierda ya ha reunido las mercancías de la ciudad actual? Pues me gasto ocho cualquiera para arrebatársela. ¿Va a vender bienes de lujo y se va a forrar? Quizás sea buen momento de vender los míos y que baje su valor. ¿Creo que voy ganado? ¡Tengo que acabar la partida!
Jugar una carta de precio y producción u otra también tendrá sus consecuencias, por lo que los habituales a los juegos de mesa encontrarán en Raccoon Tycoon un mar de posibilidades estratégicas, a pesar de su sencillez de reglas.
No siempre jugaremos aquélla que nos recompense con las mercancías de mayor valor o con las que necesitemos para la ciudad. En ocasiones, sólo nos interesará acumular las que sean y subir el precio de unas en concreto. Ese equilibrio es básico para pasar de pequeñas a enormes fortunas.
Al igual que nosotros ejecutaremos distintas artimañas para ralentizar al resto, ellos también lo harán. Se vuelve necesario improvisar. Otro de los mejores puntos que presenta el juego tiene que ver con esto. Nunca nos quedaremos sin posibilidades.
Si nuestra apuesta por el carbón no está saliendo demasiado bien, siempre habrá tiempo para recurrir a otras fórmulas. No costará demasiado reunir dinero, por lo que podremos salir de los agujeros en los que nos hemos metido. Se debe a su sistema inteligente, basado en esa forma de la que hablábamos antes.
En toda la competición, debemos recurrir a la lógica. Es habitual encontrarse a jugadores con enormes fortunas y sin apenas cartas. El dinero no reporta beneficios en el recuento (más allá de presumir), puesto que sólo se utilizará para los efectos de un edificio y para resolver empates.
Tener mucho dinero nos pondrá en una buena posición de cara a las subastas y la adquisición de edificios, pero quizás sea demasiado tarde. Las ciudades y los ferrocarriles vuelan, por lo que conviene apostar por el equilibrio desde el principio. Por esa unión entre ventajas instantáneas y puntos para el final.
Los recuentos no están exentos de emoción. Siguen las reglas propias de un ‘set collection’, por lo que debemos centrarnos en agrupar ferrocarriles por tipos. Las imágenes de los animales ayudan. Tener uno de cada no servirá de mucho.
Por poner un ejemplo, un solo mapache se traduce en cuatro puntos; tener cuatro, en 25. Esto nos lleva a entender mejor los altos niveles de competición y rivalidad que se producen ronda tras ronda. Por su parte, los dos puntos extra de cada ciudad sólo podrán ganarse si pueden emparejarse con un ferrocarril.
A pesar de que son muchas las posibilidades que ofrece Raccoon Tycoon, los turnos son muy rápidos, por lo que las esperas no son largas ni con cinco jugadores. Podremos pensar en los turnos de los demás y, al tener que realizar solo una acción, todo se agiliza.
La interacción es enorme con muchos jugadores, pero también con dos. De hecho, estamos ante un juego de mesa que funciona muy bien en pareja, sin que se pierda esa rivalidad. Se eliminan cartas, por lo que todo está más ajustado. Los duelos nos engancharán a jugar una partida tras otra.
Las sencillez de reglas no se pierde en ningún momento, apoyadas por un manual claro, estructurado y con ejemplos. Serán las que permitan practicar con la economía e introducirse en algunas de las mecánicas que mueven los juegos de mesa.
Son la gestión de recursos, el ‘set collection’ y las subastas, pero también la estrategia y la valoración del beneficio propio. Nos enseña que toda acción tiene sus consecuencias, para bien y para mal, y a optimizar turnos. A aprovechar el presente para sacar provecho al futuro.
Raccoon Tycoon cuenta con diferentes puntos que pueden cambiarse. Podemos introducir edificios avanzados en la propia preparación de la partida o, incluso, eliminarlos en su totalidad. El nivel de los jugadores será el que nos dé la clave.
Como regla opcional, aparece la muerte súbita. Si un jugador tiene 1.000 dólares, se declara de inmediato vencedor. Es algo tan difícil de conseguir que resulta recomendable jugar con ella. ¡Qué menos que valorar esa enorme labor!
A través de una preciosa estética, que merecería más reconocimiento del que tiene (el nombre de su ilustradora sólo aparece al final del manual), nos adentramos en un mundo protagonizado por animales. Mofetas, osos, zorros, mapaches, gatos y perros, en su forma femenina y masculina, son los encargados de poner vida.
No sólo conocemos a estos personajes, sino los increíbles lugares por los que se mueven. Los bosques, las colinas, los páramos y las arboledas son algunas de las zonas más espectaculares, también dibujadas con todo lujo de detalle. En su conjunto, nos trasladan a otra época.
En un momento tan complicado como el actual, es importante apostar por juegos de mesa que nos alejen de la realidad. Que nos permitan viajar. Raccoon Tycoon lo consigue. Nos sumerge en el pasado. En un mundo de fantasía.
Su estética no es la única responsable. Sentir en nuestras manos el tacto de los billetes no tiene precio. Son mucho más resistentes que los que acompañaban a los juegos clásicos, y hasta parecen plastificados. Sin embargo, permiten acumular enormes fortunas entre las manos, como ocurría décadas atrás.
Son resistentes, al igual que las cartas. Ante juegos tan bonitos, siempre es recomendable optar por las fundas. El tablero, las losetas y las fichas también son resistentes, con un gran grosor, poco habitual. Respecto a las fichas, cuentan con la forma de la mercancía que representan, por lo que incluso sin el pack de mejora, sigue siendo un escenario espectacular.
COMPONENTES DE RACCOON TYCOON
- 54 Cartas de Precio y Producción
- 24 Cartas de Ferrocarril
- 16 Cartas de Ciudad
- 21 Losetas de Edificio Avanzado
- 6 Losetas de Edificio Básico
- Dinero (1, 5, 10, 20, 100)
- 150 Fichas de Mercancía
- Marcador de Jugador Inicial
- Tablero
- Instrucciones (castellano)
One thought on “Raccoon Tycoon, un viaje necesario por un precioso juego de mesa”
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