Longboat, un viaje por el río en busca de ¿ovejas?

Longboat

¡Por las barbas de Odín! ¿Cuántas veces más voy a tener que decirlo? ¡No carguéis más ovejas! Que no os dejen convencer con su ternura y suavidad, muchachos, ocupan un espacio demasiado valioso.

Cuando os encontréis con alguna, no es conveniente mirarla a los ojos. Podéis ignorarla o agarrarla, para lanzarla hasta el barco más cercano. Lo que queráis, pero no traigáis ninguna más a este barco, ¿entendido? ¡Tenemos más ovejas que vikingos! Oye, ¿qué diantres haces con esa oveja? Reseñamos Longboat.

 

ORO, GLORIA Y OVEJAS

Longboat es un juego de mesa de 2 a 4 participantes, con competiciones de 30 minutos, indicado desde los 8 años. Ya es una realidad, tras una exitosa campaña de búsqueda de financiación en Verkami.

Longboat

Llega de la mano de Invedars, editorial que ya cuenta con Castlecards, Cthulhu Crusades, Big Bang! 13.7, Ambar, Frankenstein y Necronomicon en el mercado. Lo firma Mike Kay, quien también está a cargo de las ilustraciones.

Como jefes vikingos, trataremos de llenar nuestro barco de valiosos botines y de leales vikingos, en busca de la gloria. En el viaje por el río, nos toparemos con otras embarcaciones que comparten planes, así como con una buena cantidad de ovejas.

 

LONGBOAT: UNA PARTIDA

Cada jugador toma todas las cartas de su color. Las de cabecera y jefe las dejará en su lado de la mesa, conformando el barco. Las restantes irán a parar a un mazo central, con las de los demás participantes.

Se barajan y se crea el río. Estará formado por doce cartas boca arriba, en un espacio de cuatro columnas por tres filas. Tras escoger al jugador inicial, comienza la partida.

Durante su turno, cada uno tomará una de las cartas de la fila inferior del río, añadiéndola a su barco. Las cartas de la parte superior se desplazan hacia abajo, cubriendo espacios.

Se comprueba si la carta que se añade al barco desencadena algún efecto. El tamborilero sirve para intercambiar las posiciones de dos cartas del río, mientras que el berserker roba un botín del barco de un rival para añadirlo al propio.

Longboat

No podrá tratarse de un botín protegido, es decir, de uno que contenga el escudo del jugador. Por su parte, la oveja podrá situarse en el barco de un oponente.

Se repite la misma mecánica, siguiendo el sentido de las agujas del reloj, hasta que las cartas del río se agoten. Se vuelve a crear, con las cartas del mazo.

El jugador inicial será el que lleve la mayor velocidad en su barco. Para ello, se suman todos los vikingos que tenga, para restar el número de ovejas.

Fin de la partida.

En el momento en que el río no pueda volver a crearse, por no quedar cartas en el mazo, la partida termina. Contamos los puntos de cada barco, siguiendo la fórmula velocidad + lealtad + botín.

La velocidad se calcula con el mismo mecanismo que entre ronda y ronda: el número de vikingos menos el número de ovejas. Para la lealtad, recibimos un punto por cada escudo de nuestro color, presente en vikingos, ovejas y jefe.

El botín equivale a tres puntos por carta de botín que tengamos en el barco. Gana el que tenga la mayor puntuación.

 

LONGBOAT: CONCLUSIONES

Si pudiese volver atrás, no me habría adjudicado el puesto de jefa vikinga. Reconozco que tenía unas ganas inmensas de emprender un viaje por el río, algo que no iba a ser posible sin jefe.

Nadie se interpuso a mi decisión, lo que ya me pareció bastante raro. ¿Es que no voy a tener rivalidad por el puesto? Quizás, todos pensasen que estaba altamente capacitada para dirigir un barco. Ilusa. La realidad era que nadie quería el cargo por el sufrimiento que conllevaba.

Me di cuenta durante el primer día. Hablarle a estos muchachos es una pérdida de tiempo. Les digo que no recojan más ovejas y me traen cinco. Que roben botines a los barcos rivales. ¿Y qué me encuentro? Otra oveja más.

Empiezo a desesperarme. Formar parte de la escena desde aquí atrás me está poniendo de los nervios. Sobre todo porque veo como los oponentes se están llenando de riquezas. Sus jefes me lanzan miradas de orgullo.

Tengo que hacer algo antes de que sea demasiado tarde. Recluto a un par de berserkers para que roben a los de las miradas de orgullo. Ya de paso, les lanzo un par de ovejas. Con la fuerza bruta. Me aseguro de proteger mi botín. De hacer ver quien manda en el río, con el tamborilero. Se acabaron las sonrisas de avergonzamiento.

Longboat

Longboat se presenta como un juego de mesa familiar, que podría funcionar con cualquier temática, pero que ha escogido una que le sienta como anillo al dedo: la vikinga. Pensaremos como un vikingo. Actuaremos como un vikingo. O, al menos, lo intentaremos.

Lo primero que debemos saber es que necesitaremos un espacio grande para disfrutarlo. La preparación inicial no ocupa demasiado, pero el barco que crearemos sí lo hará. Contar con una zona amplia servirá para organizarse mejor. Es importante que unas cartas no tapen a otras.

Esta novedad parte de unas reglas muy sencillas. Tomamos una carta de la fila inferior del río para añadirla al barco. Las superiores caen por su propio peso. Activamos el posible efecto y pasamos el turno. Repetimos la misma mecánica hasta el final de los tiempos.

Una primera partida no impresionará. La interacción apenas entrará en escena, por limitarnos a tomar cartas de nuestro propio color. Puede servir como acercamiento y asimilación de sus mecánicas. Para familiarizarnos con unos efectos que se antojan intuitivos.

Guardarlo en la estantería sería lo fácil, pero no lo justo. ¿El motivo? En la segunda competición, mejora notablemente. Ya en la tercera, tendremos un reto altamente interactivo, marcado por estrategias e incluso por combos.

Longboat

La disposición aleatoria del río invita a improvisar sobre la marcha con cada creación para, después, aplicar tácticas. La experiencia nos dirá que las ovejas son una carga, pero también un bien valioso si cuentan con un escudo de nuestro color.

Por tanto, intentaremos equilibrar. Mandaremos las rojas al jugador azul. Las azules al amarillo. Quizás, nos quedemos con una verde. Primer signo de interacción.

Un botín con un escudo de nuestro color son puntos asegurados que, además, no podrán robarse. ¿Cómo vamos a dejarlo ahí? Mientras que en un primer acercamiento intentaremos acapararlos todos, en otros tal vez prefiramos dejarlo ahí.

Podremos robarlo más adelante. Ahora, será el momento de recoger un tamborilero y de adecuar el río a nuestro antojo. Prepararemos a ese berserker para nuestro siguiente turno, evitando que esté al alcance de los demás. Ya con él, robaremos un valioso botín. Más interacción.

Los botines volarán de barco a barco. Esa disposición aleatoria del río no sólo implica tener que adecuarse a las circunstancias, sino que aquello que es válido en un encuentro, deja de serlo en otro. Un combo perfecto entre turnos no siempre será posible, de ahí que llegue a valorarse tanto.

juegos de mesa vikingos

La interacción entre participantes llega al poder enviar cartas a sus barcos. Al robarlas. También al quedarnos con esa carta, sólo porque alguien la necesita. Al competir por la velocidad.

Nunca tendremos que quitar el ojo al oponente. Si somos más veloces, tendremos la pequeña ventaja de ser el jugador inicial, con todo un río esperando ser manipulado. Es un logro conseguir esa carta de jugador inicial, pero conviene no obsesionarse con ella.

Lo que realmente importa es el recuento final, que nos dice que no debemos prescindir de un esfuerzo constante. La fórmula ‘velocidad + lealtad + botín = gloria’ resonará en nuestra mente desde el principio hasta el fin. Será la que nos guíe por el camino correcto.

Con la velocidad, querremos huir de las ovejas, aunque con la lealtad puede ser que busquemos alguna. Todas las cartas con escudos de nuestro color, independientemente de lo que contengan, suman un punto.

Si hemos aprovechado los efectos del tamborilero y del berserker propio, mucho mejor. Sin embargo, haber sacado partido a los de un oponente implica que ese no los tendrá. No ganaremos puntos por ellos, pero él tampoco. Consuela, aunque sólo sea un poco.

Los que realmente darán puntos son los botines: tres por cada uno de ellos. Por tanto, son el motor que mueve el juego. La causa de las grandes luchas. Los que tendrán la última palabra.

juegos de mesa vikingos

Las mecánicas de Longboat se asientan en la esencia del ‘set collection’, construyendo un barco que otorgará más o menos puntos en función de las cartas que contenga. Es una buena forma de iniciarse en el género y de demostrar todo lo que la experiencia nos ha dado.

Los turnos tan rápidos permiten que las esperas sean prácticamente nulas. A dos y a cuatro, retiraremos dos cartas de cada color. Esta preparación tan sencilla es suficiente para que el equilibrio esté presente a cualquier número.

Sin embargo, esas guerras serán más intensas conforme aumente el número de participantes. A dos, sólo habrá un rival al que obstaculizar, pero a cuatro, tendremos tres. Las cartas que se añadan al barco estarán menos seguras, por lo que el caos no faltará a la cita. Ataque y defensa.

Como hemos visto, la rejugabilidad es más que aceptable, con ese cambio constante de estrategias. Sus componentes animan a añadir reglas caseras que respeten las bases, pero que añadan un toque diferente.

Así, podemos utilizar la colorida carta de Longboat como un aliciente para quien se la quede, con jugosos puntos, o como penalización. ¿Qué tal si es un comodín? No es lo único. No vienen mal unos objetivos ocultos, a incorporar a papel y boli. ¿Trato de cumplirlo para sumar cinco puntos?

Invedars

Las posibilidades son ilimitadas, sin perder de vista la fórmula mágica del éxito. Al igual que la temática es un acierto absoluto, los componentes destacan. Y mucho.

Las cartas no tienen una forma demasiado habitual. Se organizan en la caja sin problemas, a pesar de su pequeño tamaño. Retirando el inserto, hay espacio para las fundas.

Son muy gruesas, por lo que resistirán con el paso del tiempo. A las competiciones. A los viajes. Presentan a unos personajes con expresiones muy peculiares. Huyen del realismo, a favor de un estética propia de los dibujos animados, capaces de encantar a todos los públicos.

Los dibujos son coloridos, lo que ya llamará la atención en la estantería de la tienda. La viveza inundará las mesas, sin perder de vista la intuición. Los colores de los jugadores son fáciles de identificar en el río y en los barcos, agilizando las partidas.

 

COMPONENTES DE LONGBOAT

  • 80 Cartas de Barco
  • 4 Cartas de Cabecera
  • 4 Cartas de Jefe
  • Carta de Jugador Inicial
  • Carta de Longboat
  • Instrucciones (castellano, francés, alemán)

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