El Rebaño, ¿quién cuidará de ti, Lanas?

El Rebaño

Mi abuelo era pastor. Mi padre también. Aunque me sentí atraído por la carpintería, decidí seguir la tradición familiar. No me hubiese importado vivir de mi huerto ni convertirlo en el sustento para todo el pueblo, pero en absoluto me arrepiento de mi decisión. Claro que de ella hace más de medio siglo…

Si miro atrás, el balance en mi oficio ha sido positivo. Muy positivo. Los momentos complicados han estado presentes, pero pudimos escapar de ellos. ¿La mejor parte? Instantes de reflexión y de paz como éste, donde ver pastar a mis ovejas con tanta calma me llena de orgullo. Donde me invade la seguridad, al observar mi hogar. Así es El Rebaño.

 

UN JUEGO DE MANU SÁNCHEZ MONTERO

El Rebaño ya es una realidad, de la mano de Mercurio. La editorial apuesta por un título de producción propia, presentado en una caja de pequeño tamaño con cartas independientes del idioma e instrucciones en castellano.

El Rebaño

Puede disfrutarse entre 3 y 5 participantes, en competiciones de 15 minutos, indicadas desde los 5 años. Lo firma Manu Sánchez Montero, quien ya cuenta con Monster Kit, El Castillo del Terror (1y 2), Aladino y la Cueva de las Maravillas y el recién estrenado Piggy Forest en el mercado.

Ilustrado por Miguel Ramos Martín, nos invita a cuidar de nuestras ovejas o, más bien, a comportarnos como ellas. Aunque se encuentran bajo la vigilancia del pastor y del perro, el lobo sigue atemorizando al rebaño. El vencedor será el primero en deshacerse de todas sus cartas.

 

EL REBAÑO: UNA PARTIDA

Todos los jugadores se colocan de pie, alrededor de la mesa. Cada uno recibe una carta de prenda, a situar, boca arriba, en su zona. Determinará el color de la oveja.

El número de participantes y la dificultad deseada condicionarán el tamaño del mazo. Tras barajarlo, se reparte de forma equitativa. Se toma el montón de cartas para guardarlo en la mano, boca abajo. Comienza la partida.

El turno de un jugador consiste en levantar la primera carta de su montón para dejarla en el centro. Si muestra una oveja de un color que no es el suyo, pasa el turno al propietario de ese color, quien extraerá una de sus cartas.

En caso de que la oveja coincidiese con el color del jugador activo, todos colocan su mano sobre las cartas jugadas. El último en hacerlo, se las lleva. Al grito de «Beeeeeee», se moverán a la izquierda. Por tanto, habrán cambiado de color.

Cada vez que alguien tenga que incorporar cartas a su mano, por cualquier motivo, las deja en la parte inferior. Será el nuevo jugador activo. Además de ovejas, encontramos otras cartas, con sus efectos.

El Rebaño

Cartas de flor.

Al aparecer, el jugador se la regala a alguien que no tenga, colocándola junto a su prenda. Dará las gracias con un balido. Cuando todos tengan ya una y aparezca otra más, se la llevarán a la boca y dirán «¡ñam!». El último se lleva todas las cartas jugadas. Las flores se retiran de la partida.

Cartas de lobo.

Quien la ha mostrado aúlla mientras los demás se esconden, agachándose. Cuando pare, se levantan para colocar su mano sobre el montón de cartas. El más lento se lo lleva. El lobo también se retira del juego.

Cartas de perro.

El jugador activo ladrará cuando considere oportuno. Tanto el de su izquierda como el de su derecha pondrán la mano sobre el montón cuando escuchen el ladrido. El último se lo lleva y el perro se devuelve a la caja.

Cartas de pastor.

El que pone en juego un pastor se aleja de la zona de juego, pudiendo salir de la habitación. Cuando llame a su rebaño, todos correrán hacia él para tocarle. El último se lleva el montón. Se recuperan posiciones y la carta de pastor se elimina de la partida.

Cartas de noche.

Las cartas de prenda pasan a estar boca abajo, por lo que los jugadores tendrán que memorizar su color. No se podrá hablar, sólo realizar los sonidos del lobo y del perro. El pastor se limitará a levantar el brazo. Las prendas volverán a estar visibles cuando aparezca una oveja con el dibujo del sol. Se podrá hablar de nuevo.

El Rebaño

Fin de la partida.

Cada vez que alguien cometa un error, también se lleva las cartas jugadas. La partida termina en el momento en que un jugador se quede sin cartas en la mano. Se convierte en el ganador, al grito de «¡Beeeeee, Beeeee!».

 

EL REBAÑO: CONCLUSIONES

Me tiemblan las manos. Mis ojos ya no son lo que eran, pero no voy a abandonar a mis pequeñas. ¿Sabes la cantidad de alegrías que me han dado? Sobre todo Lanas, con esa mirada que roza la locura. No me culpes por tener preferencias. Es inevitable.

La timidez en ella desapareció el día en el que tuvimos ese fatídico encuentro con el lobo. Sopa, mi perro, se despistó peleándose con unas gallinas. Rabia pura. Ahí estaba yo, con los animales, en unas de esas tardes de invierno en las que oscurece demasiado pronto.

El bicho se acercó más de la cuenta. Pude sentir el miedo de mis muchachas, pero aguantaron como unas campeonas. Esa valentía y mi posición de ataque bastaron para que el lobo se largase. Nadie salió herido, aunque debo reconocer que yo también sentí un miedo brutal. Apareció Sopa horas después, con una gallina en la boca.

Pues bien, desde ese momento Lanas cambió. No sabría como calificar su personalidad. Cariñosa durante el día, desconfiada de noche. Un espíritu libre, que desaparece durante horas y que regresa todavía más rara.

No concibo la vida sin ellas y, aunque pienso acompañarlas hasta el final de mis días, no puedo evitar sentirme inquieto ante el futuro. Necesito encontrar a alguien que se haga cargo de ellas cuando yo ya no esté. Que las quiera. Que las mime. Mis compañeros de profesión me comentan que la cosa está mal a la hora de buscar candidatos. En mi caso, ocurre lo contrario.

La lista es enorme, pero hasta ahora nadie me convence. ¡No puedo dejar a mis niñas con cualquiera! ¿Y por qué hay tantos que buscan ocupar mi lugar? Hay algo que me he olvidado de contar: mi rebaño lo componen ovejas de llamativos colores. Demasiados oportunistas se frotan las manos con el que parece un negocio seguro.

El Rebaño

El Rebaño es un juego de cartas de velocidad, de ésos que agudizan los sentidos. El azar mueve los hilos. Constituye el esqueleto, con la disposición de las cartas. A partir de ahí, la observación y la atención se convierten en las compañeras del esfuerzo.

Bajo una colorida estética, nos introducimos en la naturaleza para aislarnos por completo del mundo. Importan las ovejas, con sus llamativos tonos. Los perros. Los lobos. Los pastores. El dulce aroma de las flores que casi puede intuirse. Presenta a sus protagonistas y contribuye a promover una idea de respeto hacia ellos.

Recurre a unas reglas extremadamente sencillas, de ahí que pueda disfrutarse con niños muy pequeños. Jugamos la primera carta de la mano y aplicamos los efectos. Y así hasta el final de la partida. No habrá dudas una vez que interioricemos los efectos de las cartas, intuitivos en su totalidad.

Un acierto es contar con dos modalidades, ya que permite introducirse en el juego de forma gradual. En el modo básico sólo habrá ovejas, lobos y flores. En el avanzado, se suman perros, pastores y la noche. De hecho, no es necesario añadir esas nuevas cartas a la vez. Podemos introducirlas poco a poco.

Independientemente de la edad, los jugadores no tardan en querer disfrutar de todas las cartas. Movidos por la curiosidad, estarán listos para enfrentarse a los nuevos desafíos.

Como peculiaridad, entran en escena dos elementos distintivos: los turnos y la ausencia de sillas. Con los primeros, no hay pesadas esperas. No se sigue un sentido horario ni antihorario, sino que el siguiente en jugar será el que marquen las propias cartas.

Manu Sánchez Montero

Esto supone un mar de ventajas. Obliga a estar atentos, identificando el color de nuestra prenda para relacionarlo con las ovejas que vayan saliendo. Azul. Azul. Azul. Oveja azul. Azul. Azul. Azul. Mi turno. Algo aparentemente sencillo da la vuelta con los cambios constantes de posición. ¿Yo no era el azul?

Las cartas de noche, que ocultan los colores, añaden algo más de dificultad. La memorización tendrá que hacer buena parte del trabajo si no queremos llevarnos ese montón. Una veces será más doloroso que otras. La experiencia influirá en el tamaño del montón.

El hecho de que no existan turnos convencionales supone otro incentivo más: evitar frustraciones. El que se lleva el montón juega la siguiente carta, como ya ocurría en los clásicos juegos con barajas tradicionales. Es un pequeño beneficio, que contribuye a igualar resultados.

Jugar de pie también llama la atención. Es necesario, ya que cambiaremos constantemente de posición. Nos esconderemos, con el lobo, e incluso saldremos de la habitación, con el pastor. Se apuesta por una interacción entre jugadores enorme. Al margen de la competición, es una ayuda a la socialización.

El Rebaño fomenta una actividad física, complementada a la perfección con la mental. Así, los reflejos resultan esenciales, pero también la agilidad. La capacidad de reacción será la que determine quien se lleve las cartas jugadas. Este equilibrio también se asienta en la ausencia de frustración.

juegos de mesa aulas

Todos querremos ser ese pastor que llama a las ovejas. Ese lobo que deje de aullar. Jugaremos con el despiste y con el engaño, simulando que llamamos. Haciendo amagos. Es una de las partes más divertidas, y una de las causantes de los despistes.

Esos pequeños errores son frecuentes, también entre expertos y adultos. Tienden a aparecer durante la noche, cuando después de tantas vueltas sobre la mesa, hemos olvidado cuál es nuestro color. Para nuestra desgracia, no podremos consultarlo hasta que salga el sol.

También durante la noche debemos recordar que no está permitido hablar. Las ovejas duermen. Es algo más a interiorizar. Contribuye a seguir dando vida a la experiencia, al igual que todos esos sonidos que se emitirán.

Aunque es una competición por deshacerse de las cartas, la diversión va por delante. Es la que nos mueve a ayudar a los demás. A guiar a algún despistado, con un pequeño golpe de codo. Quizás, a ése que nos regaló esa preciosa flor. Actitud que, por cierto, debe agradecerse al estilo oveja.

Podría definirse como un título familiar, aunque quienes más lo disfrutarán serán los niños. Se moverán por la casa sin soltar sus cartas, poniéndose en la piel de pastores y animales. Aprenderán unos de otros, mientras practican en la buena educación.

Es un juego con altos valores didácticos, ideal para utilizarse en las aulas, como es habitual en los juegos de Manu Sánchez Montero. Se aprende a interpretar roles, ayuda a mejorar la concentración y la capacidad de reacción y fomenta el compañerismo, incluso dentro de la competición. Agudiza los sentidos. Mejora la memoria.

juegos de mesa aulas

Por desgracia, tal vez no ha llegado en la mejor época. Hay conceptos que chirrían demasiado ahora, en plena pandemia, como llevarse las flores a la boca, tocar al pastor o juntar las manos en torno a una carta.

No habría problemas si vamos a jugarlo en casa, con personas que conviven juntas. Sin embargo, en aulas o en talleres conviene tener cuidado. A la espera de que puedan aplicarse las reglas como tales, podemos recurrir a cualquier modificación casera y provisional, con un poco de imaginación.

Inventaremos un nuevo grito, que sustituya a las manos sobre el montón. La flor sigue siendo interesante aunque no se lleve a la boca. ¿Qué tal una carrera por colocarla en el suelo para volver a plantarla? ¿Y si en lugar de tocar al pastor alcanzamos uno de los puntos que él mismo nombre? Las posibilidades son muchas.

Esta novedad encaja a la perfección en el catálogo de Mercurio, adaptándose a un formato habitual en la editorial. Apostar por el talento nacional siempre es un acierto, y más tratándose de un profesional que ha aportado tanto a la introducción del juego en las aulas. Al aprendizaje mediante el juego.

A la diversión máxima, que nos obligará a querer echar una partida tras otra, se le suma ese diseño del que hablábamos antes. En El Rebaño todo es identificable a simple vista, algo crucial en un juego de rapidez. No menos importantes son las expresiones de las propias ovejas, que invitan a crear cientos de historias.

 

COMPONENTES DE EL REBAÑO

  • 40 Cartas de Oveja
  • 6 Cartas de Lobo
  • 6 Cartas de Perro
  • 6 Cartas de Flor
  • 5 Cartas de Prendas de Lana
  • 3 Cartas de Pastor
  • 2 Cartas de Noche
  • Instrucciones (castellano)