No puedo creer que esté aquí, contigo. Tras los meses más extraños de mi vida (y de la tuya), vuelvo a olerte. A sentirte tan frío, en mis pies. Te lo cuento todo, pero no hace falta: ya sabes siempre cómo estoy. ¿Y tú? Precioso. Hoy estás inmensamente bonito.
Las gaviotas no están dispuestas a perderse tu belleza. Tus más fieles guardianas no te dejan solo. A ellas también les gusta escuchar tus historias acerca de las maravillosas criaturas, ya extintas, que conociste. De las guerras que presenciaste. De aterradores viajes. No, tú nunca serás el culpable de tantas vidas perdidas.
Componéis una evocadora melodía, que tantas veces he intentado recordar desde mi habitación. No es lo mismo. Ni la más avanzada realidad virtual es capaz de acercarme todo esto. Estoy aquí, frente al mar, con esta extraña combinación entre nostalgia y felicidad. Melancolía y tristeza. Un momento, ¿eso de ahí no es una pizzería? Se acabó la reflexión, mi estómago me reclama. Así es Santa Monica.
TIENDAS, DEPORTES Y NATURALEZA
Santa Monica es un juego de mesa de 2 a 4 participantes, con competiciones de 45 minutos, indicadas desde los 14 años. Su edición en castellano forma parte del catálogo de Delirium Games, fruto de su colaboración con AEG.
La editorial española tiene debilidad por los ‘set collection’ y los objetivos comunes. En esta ocasión, recubre estas dos mecánicas con un viaje hasta el sur de California. No seremos turistas. Tampoco residentes. Nuestra misión es crear el espacio más atractivo.
La playa siempre estará presente. ¿No es fácil el éxito cuando se parte de algo así? Respuesta negativa. El mar aporta la inmensidad y la belleza, pero todo lo que lo envuelve puede traducirse en un quebradero de cabeza para un diseñador.
Hay turistas que buscarán playas tranquilas. Otros, querrán una buena oferta gastronómica y de entretenimiento. Alcanzar el punto en el que todos estén contentos es complicado. Este título lleva la firma de Josh Wood (Cat Lady), quien también está a cargo de las ilustraciones, junto a Jeremy Nguyen.
SANTA MONICA: UNA PARTIDA
Antes de empezar, creamos el escenario. Estará compuesto por ocho cartas de zona, boca arriba, formando dos filas. Las restantes conformarán el mazo. Escogemos una loseta de objetivo de puntuación y dos de acción especial, situándolas al alcance de todos, junto a la reserva de personas, dólares de arena, multiplicadores y fichas de pisada.
El jugador inicial recibe su correspondiente ficha. Se tomarán tantas losetas iniciales como participantes haya. En orden inverso, todos escogerán una para inaugurar su zona. Toman sus correspondientes beneficios y una carta de referencia. El último elige las posiciones para el camión de comida y el sibarita (separados a dos espacios). Se colocan bajo las cartas del centro de la mesa.
Comienza la partida a Santa Monica. Durante su turno, cada jugador completará tres fases. Se sigue el sentido de las agujas del reloj. Cuando alguien tenga 14 cartas en su zona, se desencadena el final de la partida.
1. Seleccionar y colocar cartas de zona.
El participante en turno selecciona una carta de la fila inferior para añadirla a su espacio. Si es una carta de playa, deberá situarse en la fila superior de la ciudad; una de calle ocupará la inferior. La carta tendrá que estar adyacente a otra o a la loseta inicial.
Al elegir la carta en la que se encuentre el camión de comida, obtendrá un dólar de arena. Con el sibarita, podrá mover a cualquier persona (turista, residente o VIP) un espacio en su ciudad. Si tanto el camión como el sibarita estuviesen en esa columna, se beneficia de un día perfecto.
Se traduce en dos recompensas, ya sean iguales o combinadas entre sí (por ejemplo, dos dólares o un dólar y un movimiento). Tras obtener la recompensa, el camión o el sibarita avanzan un espacio a la derecha. Si no hay más espacios, ocupa la primera columna. Con un día perfecto, sólo moveremos el camión, aunque dos espacios.
Otra opción es utilizar una acción especial, pagando su coste en dólares de arena. Con esta posibilidad, los beneficios del camión y del sibarita se ignoran. Se realiza la acción, que permite tomar una carta de cualquier fila, realizar intercambios, efectuar movimientos de personas (en la siguiente fase) o llevarnos más de una carta.
2. Realizar acciones de ubicación.
La acción de ubicación de la carta colocada permite ganar dólares, personas (a situar en la propia carta) o mover personas ya colocadas a zonas adyacentes. En relación al movimiento, habrá que atender al color y al número de espacios permitidos. Al contrario que la suma de personas, el movimiento es opcional.
Al mover a un VIP, dejaremos una ficha de pisada sobre cada carta visitada que coincida con los requisitos de nuestra loseta inicial. Sólo habrá una ficha por carta.
Algunas cartas cuentan con iconos de puntuación para el final de la partida, con las que atender a las adyacencias o a las cadenas, y con anillos de actividad, también para el recuento final.
3. Actualizar las cartas de zona.
La carta de la fila superior de la columna del centro de la mesa cae hasta la inferior. El espacio superior se rellena con una carta del mazo. Pasa el turno al siguiente.
Fin de la partida.
El final se desencadena cuando alguien tenga 14 cartas en su ciudad. Se completa la ronda hasta que todos hayan completado su turno y se realiza un movimiento final. Cada turista y VIP podrá moverse un espacio y cada residente hasta tres.
Contamos los puntos procedentes de los iconos de las cartas, anotándolos en la hoja de puntuación. Recibiremos puntos por adyacencias, grupos de iconos iguales y dólares sobrantes. Los anillos de actividades completos otorgan los puntos marcados, siempre que se cumplan las especificaciones.
Las pisadas también añaden puntos, siguiendo los requisitos de la loseta inicial. Por último, se calcula la puntuación por la carta de objetivo común. Encontraremos un bono de olas, otro diverso y una penalización por personas desocupadas (aquéllas que no estén en anillos de actividad). El vencedor de Santa Monica será el que tenga la mayor puntuación.
SANTA MONICA: CONCLUSIONES
¿Recuerdas esa emoción que he sentido al pisar la playa? Pues se ha desvanecido por completo. Para entenderlo, tendremos que comenzar por el principio. El viaje a California fue maravilloso. Me habían hablado muy bien de esta ciudad y la ilusión no podía ser mayor. ¡Qué lejos queda!
Cuando mi barriga rugió y reclamó mi atención, disfruté de una deliciosa pizza, acompañada de un helado (por separado, no seas bestia). Para hacer la digestión, ya que nadie se pone de acuerdo sobre si es un mito o una realidad, me dejé caer por los recreativos. Me dejé una pasta, pero al menos conseguí el peluche del oso perezoso.
Con mi oso en mano, supuse que ya era hora de volver a la playa. ¿Una siesta a la sombra? Maravilloso plan. La pena es que mi oso y yo no elegimos la mejor zona. Estaba plagada de residentes y, al parecer, no son demasiado receptivos con los turistas.
¿Acaso no sois conscientes de que sin nosotros poco tendríais? En fin, tras un par de baños y caras largas (también desde las ventanas del apartamento de al lado e, inexplicablemente, de la tienda de complementos para el baño), decido marcharme. Adiós, surfistas. Me detengo en el gimnasio al aire libre.
¿Quién puede hacer deporte en sus vacaciones? He resuelto la incógnita de la vida: alguien que se siente culpable por haber zampado tanto. Tras un par de ejercicios, me siguen mirando mal. No, no es por el sudor que recorre todo mi cuerpo tras hacer una flexión (o un intento). Parece que a los ‘yayos’ tampoco les mola que invadan sus zonas.
Me pego una buena ducha en el hotel y salgo, con mis mejores galas. Mi barriga quiere ir a ese restaurante de tacos, pero mi móvil me recomienda un club de esos pijos. Todos sabemos que siempre sabe más de la cuenta y por eso es consciente de que mi flexión no ha servido. Nada de tacos.
Entro al club, como capricho. Eso sí, mi copa tendrá que durarme toda la noche. Una sigue teniendo sus principios ante las estafas. Sorbito a sorbito, empiezan a rodearme. ¿Otra vez? ¿Quién diantres ha construido esta maldita ciudad? Mi cámara de fotos y mi oso perezoso se preguntan lo mismo…
Santa Monica, por sus reglas, podría calificarse como un juego familiar. Seleccionamos una carta en cada turno para construir nuestra ciudad, siguiendo las normas de la adyacencia. Realizamos la acción marcada, reponemos los espacios dejados y así hasta el final de los tiempos. El esqueleto se presenta claro y sin dudas, ¿pero qué hay de lo demás?
Alrededor de la estructura, encontramos estrategia y decisiones. No hay acción sin consecuencias, de ahí que cada acción deba tener un sentido. De esta forma, consigue enganchar a los amantes de las jugadas tácticas y a los ya habituales a los juegos de mesa.
Quedarse con una carta, y no con otra, implica dejar atrás numerosas opciones. Es habitual que no todas las decisiones resulten acertadas, pero al menos exigirán de un trabajo de análisis interno y de una mirada hacia el futuro. Me quedaré con la carta que mejor encaje en la base de mi ciudad.
Si tengo algo de mala leche, con la que mi oponente necesita (aprovechar la interacción entre jugadores exigirá de un esfuerzo mayor, reservado a quienes hayan jugado unas cuantas partidas). Por lo pronto, no tendremos que despegar los ojos de nuestra ciudad, en busca de las adyacencias y de las cadenas que nos recompensarán con valiosos puntos.
La partida es una construcción constante, en la que querremos beneficios instantáneos sin descuidar la puntuación. Es la fusión entre presente y futuro, a partir de unas elecciones pasadas. Un primer encuentro es suficiente para saber como no es fácil saber qué cartas nos convienen.
Fácil de entender, pero difícil de dominar, Santa Monica nos hará apostar por la colección de símbolos. Los necesitaremos juntos, preferiblemente, y compatibles entre sí. La lógica nunca está de más. Un acuario recompensa si elegimos naturaleza y una tienda de donuts tendrá mayor provecho si dispone de tiendas cerca.
Las adyacencias no se limitarán a lugares de ocio, sino también a otros elementos, como los símbolos de dólares de arena. Las cadenas, en ocasiones, precisarán de un número mínimo para puntuar. Las posibilidades son enormes. Las cartas pueden reportar penalizaciones por determinadas adyacencias o limitar la construcción. Quién sabe si hay algún tiburón cerca…
Carecería de sentido quedarnos con una carta que penaliza, de no ser porque su beneficio inmediato es enorme. El sistema está perfectamente equilibrado, de tal forma que podamos renunciar a unos puntos a favor de otros. Que seamos capaces de recuperarnos, a la desesperada.
A la hora de buscar el equilibrio, cualquier despiste se paga caro. ¿Por qué he colocado esta carta a la derecha? ¿Cómo he podido romper la cadena? Llegados a este punto, la gestión del dinero se antoja fundamental. Como en la vida misma. Los dólares de arena son la moneda de pago. Podrá darnos puntos al final, pero se utiliza principalmente para beneficiarnos de las acciones especiales.
Con ellas, ahorraremos un tiempo que es escaso o nos saltaremos las normas tradicionales. Nos servirán para solventar algunos errores, mediante intercambios de cartas de la ciudad. Para realizar movimientos extra. No menos importante es recurrir a los beneficios del camión y del sibarita. Un día perfecto puede acabar con muchas dudas.
La construcción es básica para la victoria, pero la llegada de visitantes también. No debemos descuidar esta parte. Los extremos no son buenos. Tener pocas personas puede ser un problema para completar anillos de actividad o para obtener fichas de pisada. Haber atraído a muchas podría suponer una gran desocupación, con sus puntos negativos.
Habrá que moverlas con cabeza. No nos quedaremos una carta, por muy buena que sea, si viene repleta de personas que no van a contar con un espacio libre. Por su parte, el movimiento no es obligatorio, de ahí que podamos actuar en base a nuestros intereses.
El recuento de puntos brilla con luz propia, tras un último movimiento extra. En él, descubriremos si hemos sabido combinar bien las cartas entre sí y si las personas están donde deben estar. Lo habremos conseguido optimizando al máximo cada turno. En el objetivo común, el ‘set collection’ seguirá muy presente, con una pequeña pincelada de la mecánica de mayorías.
Revisaremos nuestros grupos de olas, las cadenas y las personas desocupadas para poner fin al reto. Es muy frecuente que veamos muchos errores individuales tras finalizar, lo que nos llevará a querer jugar una partida más. Estaremos convencidos de que ya tomaremos sólo buenas decisiones, para meter la pata a la primera de cambio.
El resultado es un juego de mesa con una rejugabilidad infinita. Las 78 cartas de zona crean infinidad de combinaciones, diferentes en cada partida gracias a una disposición aleatoria del mazo. Contribuyen unas losetas iniciales, de acción y de objetivo que cambian en cada reto, abriendo más posibilidades.
Aunque se enmarca dentro del género de ‘set collection’, añade algo de dificultad al tener unas cartas descolocadas. A diferencia de otros compañeros, las cartas no se organizan por pilas, en función de su tipo. Con ello, el nivel de concentración y observación debe ser mayor.
Hay muchos puntos a los que atender y una interacción entre jugadores mayor de lo que puede parecer. No interactuaremos en la ciudad del rival, pero sí que podremos frustrar planes en la elección de cartas y en el movimiento del camión y del sibarita, sobre el que tendremos cierto control.
Las partidas a dos jugadores resultan perfectas, ya que no habrá que esperar demasiado entre turno y turno. Los parones aumentan conforme crece el número, con algún que otro análisis parálisis. Podemos llevar cierta idea y pensar en el turno de los demás, pero con un espacio central que cambia en cuestión de segundos, resulta algo complicado.
Su jugabilidad es el resultado de un desarrollo que no deja cabos sueltos. Engancha e invita a reinventarse, sin necesidad de modalidades extra. Está integrada con su temática, creando una experiencia absorbente y atractiva.
Santa Monica cuenta con unas reglas atractivas, pero sería absurdo negar que es uno de esos juegos que entra por los ojos. Serán pocos los que se hagan con él directamente por su mecánica y muchos los que lo escojan por su diseño. A través de unos tonos pasteles, viajamos a décadas atrás.
Un par de series americanas vuelven a la cabeza para recorrer unas calles en perfecta sintonía con las playas. No seremos turistas, sino constructores de nuestra propia ciudad, donde cada carta está repleta de detalles. De edificios que no tardarán en llenarse de vida.
Las ilustraciones resultan fascinantes. Están acompañadas de una iconografía, que evita el texto en las cartas. Resulta intuitiva, por lo que podremos despegarnos del manual enseguida, al menos, en lo que a beneficios se refiere (algunas condiciones de puntuación ya exigen de un estudio mayor). La carta de referencia es capaz de solventar cualquier duda.
A sus cartas y losetas resistentes (las segundas sí incorporan texto), se suman unas piezas que harán las delicias que quienes buscan títulos que llenen la mesa de belleza. Los ‘meeples’ de colores tienen pequeños detalles, como la cámara de fotos o las gafas de sol. El camión y los dólares de arena son más que originales, enamorando a primera vista.
COMPONENTES DE SANTA MONICA
- 78 Cartas de Zona
- 4 Cartas de Referencia
- 6 Losetas Dobles Iniciales
- 4 Losetas de Acción Especial
- 3 Losetas de Objetivo de Puntuación
- 30 Figuras de Residente
- 30 Figuras de Turista
- 8 Figuras de VIP
- Figura de Sibarita
- Figura de Camión de Comida
- 25 Dólares de Arena
- 28 Fichas de Pisada
- 4 Fichas de Multiplicador
- Ficha de Jugador Inicial
- Libreta de Puntuación
- Instrucciones (castellano)