Dos de los autores más reconocidos del sector de los juegos de mesa presentan una nueva propuesta, fruto de su colaboración. Wolfgang Kramer y Michael Kiesling nos trasladan hasta la sabana africana para cumplir con un original objetivo: dar de beber a unos sedientos animales. Reseñamos Okavango, título que ya está llegando a las tiendas.
LA BATALLA POR EL AGUA POTABLE
Okavango es un juego de mesa de 2 a 4 jugadores, con partidas de 45 minutos. Recomendado a partir de los 10 años, es una creación de Wolfgang Kramer (¡Toma 6!, El Grande, Hacienda) y Michael Kiesling (Azul, Heaven & Ale, Riverboat).
Ambos autores ya han trabajado juntos en La Era del Carbón, Mexica, Tikal, Torres y Abluxxen, entre otros. Con un diseño de Paco Corachan Iriarte, ya forma parte del catálogo de juegos estratégicos de Jumbo, perteneciente al grupo Jumbodiset.
Al igual que How to Rob a Bank y Forbidden City, sus otras novedades, se presenta con componentes independientes del idioma y reglas en castellano, francés, portugués e italiano. Comparte con ellos la importancia de una buena planificación, aunque cambia por completo de temática y de mecánica.
Los participantes, convertidos en guardabosques, conducen a los animales hasta el delta del río Okavango y los distintos abrevaderos. Mientras que ellos se mueren de sed, los jugadores buscan restaurar el equilibrio natural y, en definitiva, vencer en la batalla por el agua potable, reuniendo la mayor cantidad de puntos.
OKAVANGO: UNA PARTIDA
El primer paso es crear el escenario. Se disponen las piezas de delta y de abrevadero en el centro de la mesa, así como el río Okavango. El tablero de puntuación, con sus peones en la casilla cero, se deja a un lado.
Tras introducir todas las fichas de animales y guardabosques en la bolsa, cada jugador extrae trece de ellas. Serán sus fichas iniciales, a situar detrás de sus pantallas. Se toman once fichas (sólo animales), para colocarlas en las casillas iniciales de los abrevaderos y deltas, y trece más para ocupar sus espacios en el río.
Comienza la partida. El turno de un jugador se compone de tres fases, siguiendo la regla de oro: en los abrevaderos sólo pueden beber animales de la misma especie; en los deltas, sólo de distintas especies.
1. Hacer que los animales beban.
El jugador escoge un abrevadero o un delta, para trasladar los animales que allí hubiera a su reserva. A continuación, dejará otros en ese mismo lugar (no pueden ser los mismos, ya que éstos ya han saciado su sed).
En un abrevadero, es obligatorio dejar el mismo número de animales, en caso de que tengan un valor superior a los retirados, o un mayor número, si el valor de los nuevos es inferior al de los antiguos.
Las fichas depositadas deben pertenecer a una misma especie. Al ocuparse todas las casillas (claras y oscuras), los animales sólo pueden ser reemplazados por un grupo con el mismo número de fichas, pero de valor superior.
En un delta, deben colocarse animales de distinto valor, siempre en un mayor número. Cuando se ocupen todas las casillas claras y oscuras, las fichas de animal se devuelven a la bolsa, mientras que el delta se gira, sin posibilidad de colocar más animales ahí.
2. Sumar puntos.
Al ocupar todas las casillas claras de un abrevadero, el jugador se suma los puntos indicados en esa pieza. Respecto a los deltas, existen casillas marcadas con una determinada puntuación. Al ocuparlas con las fichas, recibe esos puntos.
3. Recoger animales del río.
Al haber enviado animales al abrevadero o al delta, se recogen otros del río. En el primer caso, sólo pueden conseguirse si hay el mismo número de los llevados al abrevadero, pero con un valor inferior, o si hay menos. En el segundo, sólo se recogen si son menos de los llevados hasta allí.
Debe tenerse en cuenta que no se pueden obtener animales distintos. También es posible tomar una ficha de guardabosques, que funciona a modo de comodín. Esta fase se omite cuando no queden animales en el río. Al final de cada turno, se extraen fichas de la bolsa hasta que el río cuente con 13.
A lo largo de la partida, un jugador puede no realizar nada en su turno. En este caso, tomará una ficha del río para añadirla a la reserva. Se repite la misma mecánica hasta que todas las casillas claras de los abrevaderos estén ocupadas, completántose esa última ronda. Quien tenga más puntos, será el vencedor.
OKAVANGO: CONCLUSIONES
La sonrisa de un suricato es engañosa. Está muerto de sed y es complicado trasladarlo hasta el abrevadero con tanto leopardo y león. Como la unión hace la fuerza, tratará de reunirse con sus iguales si quiere hacer acto de presencia.
Su misión es convencer al guardabosques para que traslade a su reserva a esos tres suricatos del abrevadero. Tres insignificantes flamencos (con perdón) bastarían para ello. Una mirada inocente ha hecho efecto en él y ya son cuatro los suricatos reunidos.
Un valiente y afortunado bebe agua en el delta, junto a una cebra, un mono y un rinoceronte. ¿Será posible incorporarlo al grupo? Nueva mirada de amor hacia el guardabosques y objetivo conseguido.
No queda claro si la ternura de tantos suricatos ha sido más fuerte que el amor del guardabosques por los jugosos puntos de victoria, pero cinco de estas pequeñas criaturas ya obligan a cuatro leones a retirarse. Deberán beber lo más deprisa posible, puesto que la lista de espera parece infinita.
Okavango es un nuevo juego estratégico, capaz de trasladarnos al pasado. Su «de 10 a 99 años» ya es la primera muestra. La segunda llega con una estética clásica, con la sencillez como forma de ceder todo el protagonismo a su jugabilidad. La tercera aparece con sus mismas reglas.
Estamos ante una propuesta con turnos muy estructurados y fáciles de comprender, lo que permite la competición con niños. Sus instrucciones quizás nos dejen alguna que otra duda, pero estamos ante uno de esos títulos donde como mejor se entiende todo es jugando.
Todo sigue la misma lógica, fiel a la naturaleza, por lo que no tardaremos en encontrar una razón para cada explicación. Esos pasos intuitivos se basan en la gestión de las fichas y en el control de áreas.
La victoria sólo irá de la mano de una correcta planificación, con necesidad de mirar en perspectiva. Habrá que tratar de acumular las mejores combinaciones de animales, desperdiciando el menor número de turnos posibles.
Uno de sus mayores atractivos es su libertad estratégica. Podremos acumular animales de un pequeño valor, como es el caso de nuestros queridos suricatos, o decantarnos por los más poderosos. Buscar especies iguales, para los abrevaderos, es tan importante como acumular distintas, para los deltas.
Por si no hubiera suficiente con gestionar los animales, en base a los espacios disponibles y a la puntuación que otorgan, es preciso atender al río. Los beneficios que obtendremos de él dependerán de la jugada de la fase anterior, por lo que también debe tenerse en cuenta. Tal vez, necesitemos de jugadas sin demasiadas recompensas si queremos tener buenas opciones en un futuro.
Con ello, no hay unos planes más válidos que otros. Lo que sí resulta fundamental es optar por una buena concentración, no despreciar los puntos más pequeños, acelerar el final de la partida en un momento clave y aprovechar las ventajas de las fichas de guardabosques. La fórmula «sin prisa, pero sin pausa» le sienta como anillo al dedo.
Pasar un turno puede suponer un retraso, pero no es el fin del mundo. En medio de tantas decisiones, también es importante no quedarse sin animales en la reserva (ni, preferiblemente, con menos de diez). Saber aprovechar cada momento, con finales de partida a menudo inesperados, es fundamental para no guardarse animales en la reserva que de nada servirán tras terminar.
La interacción entre jugadores es máxima. No existen los robos, pero sí la lucha por unos espacios limitados y por las más valiosas fichas. Los habituales a la estrategia sabrán combinar esa búsqueda de sus puntos con la opción de truncar los planes de los demás.
Un puñado de rinocerontes podría no servirnos de mucho, pero si son capaces de obligar al rival a trazar un nuevo plan de emergencia, siempre merecerán un hueco de honor en la reserva. Puesto que estas acciones están a la orden del día entre quienes pueden atender a todo, la capacidad de improvisación es una herramienta fundamental.
En esa competición de zonas, y dada la rapidez de turnos, las partidas a tres y a cuatro jugadores resultarán más emocionantes que las de dos. Si bien es cierto que se crean duelos sin desperdicio, la intensidad será mayor conforme crezca el número de participantes.
Okavango nos demuestra que el equipo formado por Wolfgang Kramer y Michael Kiesling sigue en plena forma. En esta ocasión, no han introducido mecánicas nuevas, pero han jugado con las clásicas para ofrecer una completa propuesta, con reminiscencias del pasado, pero distintas a otras creaciones. Comprobamos que no está todo inventado, incluso partiendo de una misma base.
Si bien se echan en falta modos adicionales, la rejugabilidad es máxima, dada la disposición aleatoria de las fichas. La unión entre estrategia y sencillez de ejecución va de la mano de unos componentes resistentes, con esas fichas de animales como protagonistas.
COMPONENTES DE JUEGO
- 88 Fichas de Animal
- 6 Fichas de Guardabosques
- 8 Piezas de Abrevadero
- 3 Piezas de Delta
- Pieza de Río Okavango
- 4 Peones
- Máscara Jugador Inicial
- 4 Pantallas
- Tablero de Puntuación
- Bolsa
- Instrucciones